Y LAS GUARDABA EN SU CORAZÓN
La prima de Isabel
sintió unos golpecitos en el vientre
e imaginó el futuro de su hijo
(era una muchacha inteligente).
Sabía que sería alguien distinto,
que estaba destinado a hacer milagros,
incluso a ser rey de su pueblo.
Pero intuía sombras en la luz,
espinas en la rosa,
vinagre en vez de vino,
sangre en vez de sudor
y traicioneros besos.
Sabía que la vida
(también la del bebé,
por muy sabio que fuera)
mezclaría las risas y los gritos,
las alas con cadenas,
el amor y la muerte.
Y acarició su mano
aquello que aguardaba
asumiendo el presente,
como si ya viviera
lo que iba a suceder.
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