Una comunidad abierta y disponible
Somos una pequeña comunidad en un pequeño colegio. Comencemos con las presentaciones. Bernabé el director, una persona con una gran capacidad de organización. Como se dice lleva el colegio con un dedo de la mano izquierda. Pablo, el más joven, que lleva solamente un año trabajando con nosotros. No para de decirnos que estamos un poco dormidos, que la escuela marcha bien… «por inercia», que hacemos lo mismo que hace 50 años, que estamos «regando fuera de tiesto». Es nuestro pequeño profeta. Manuel, nuestro decano, hombre de gran bondad, de mucha experiencia y de mucha oración. Un servidor, Simón, superior de la comunidad. Hago lo que puedo, haciendo un poco de puente entre mis hermanos. Se necesita mucha escucha, paciencia y una pizca de ternura. No quiero hablar aquí de nuestros defectos, que son numerosos, pero ¿creéis que merece la pena insistir sobre ellos?
Durante la cuaresma recibimos el cuaderno con las decisiones del Capítulo general y nos propusimos leerlo y comentarlo en comunidad. Cuando leímos en el apartado del «Discernimiento» las intuiciones apostólicas de Andrés Coindre nos fuimos identificando cada uno con algunas de esas intuiciones y verificamos que entre todos éramos una presencia actualizada de Andrés. Nos llamó también la atención la insistencia sobre «el grito de los niños y jóvenes pobres y sin esperanza». ¿Era verdaderamente un desafío para nosotros o, como decía Pablo, estábamos dormidos? Decidimos hacer algo para responder a la llamada del Capítulo. Revisamos la realidad del colegio y las necesidades de nuestro entorno. Hicimos un proyecto y lo enviamos al consejo provincial.
Hoy hacemos una pequeña fiesta de despedida a Pablo y Bernabé que van a trabajar en el proyecto que presentamos, dos profesores del colegio les ayudarán a tiempo parcial. Cuentan también con el apoyo de un grupo de antiguos que trabajan en la pastoral del colegio. Para reemplazar a Pablo y Bernabé en el colegio nos han enviado a Andrés, que dicen que vale por dos.