En un retiro enmarcado en la Visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel, nos hicieron la siguiente pregunta a los novicios: ¿Cómo me ha visitado Dios? Luego de un momento muy especial de oración, concluí que mi camino vocacional ha estado marcado por muchas visitas de Dios y más que visitas, he sentido como si Dios me hubiera invitado a tomar un café con Él. Como decimos en Colombia, me he tomado más de un “tinto” con Dios.
Por esas cosas de la vida, mis papás decidieron que yo entrara a estudiar en el Colegio Corazonista de Bogotá. Así que desde muy pequeño la influencia de los Hermanos del Sagrado Corazón ha sido muy importante y aunque en ese momento no entendía muy bien su labor, veía personas completamente felices entregadas a todos nosotros, sus estudiantes. Las primeras semillas fueron lanzadas y sin tener mucha claridad de lo que sentía, en el fondo de mi corazón quería una vida como la de ellos.
Pasaron los años y así llegó nuestro primer café, en medio del ambiente de la pastoral juvenil del colegio. Recuerdo muy bien que estaba en mi último año, la ansiedad por la etapa universitaria que estaba por empezar no podía faltar, como cualquier adolescente quería salir del colegio para tomarme el mundo y en medio de estas sensaciones, llegó una invitación para conocer más de cerca la vida de los Hermanos. En ese momento sentí como Dios me hacía una sola pregunta: ¿Vamos?… Después de una larga conversación con Él, dejé el café servido y me paré de la mesa. El miedo se apoderó de mí y decidí tomar un camino diferente.
Fuera del colegio, Dios se siguió sirviendo de personas y de momentos muy especiales para llamarme. Vinieron muchísimos cafés con Él, acompañados de risas, sueños, tristezas y algunas lágrimas, que siempre finalizaban con la misma pregunta: ¿Vamos? Yo continuaba levantándome de la mesa para irme solo, no me sentía listo para lo que venía.
Al graduarme como ingeniero civil, decidí seguir uno de los consejos que Él me había dado en algún café, para dedicarme a la educación y que mejor lugar para empezar a trabajar que el colegio donde esta historia comenzó. A partir de ahí nuestras citas para tomar café empezaron a ser más seguidas, nuestras conversaciones eran más profundas, notaba que Él quería algo más para mí. En medio de este ambiente llegó una experiencia que tuve como misionero y esta vez volvió a llegar su pregunta acompañada de algo más: ¿Vamos? Se nos está haciendo tarde, ya quiero que veas lo que tengo preparado para ti.
Dios nunca se levantó de aquella mesa donde tomábamos café. Siempre esperó a que yo me sintiera preparado y no se cansó de llamarme. Fueron varios años para decidirme, me tomé el tiempo para saber que Dios me estaba invitando a la vida de la que yo siempre le hablaba, la que soñaba, de la que tanto conversábamos, sólo que Él la hizo a mi medida, como yo la estaba necesitando. Y aquí estoy, siendo llamado Hermano y viviendo con alegría como uno ellos.
Afortunadamente llevamos café para el camino, hacemos paradas para dialogar, me pregunta como estoy y nuestras conversaciones siguen siendo las de siempre, solo que esta vez estoy caminando a su lado. A veces necesito descansar un poco y Él me da tiempo… pero siempre me da su mano y me invita a seguir caminando con la misma pregunta: ¿Vamos?