Reflexiones a propósito del texto cambiar la mirada 1
Todos conocemos por experiencia la importancia fundamental de la mirada. La mirada es el inicio de una relación positiva o negativa con lo que se ha mirado. No hay miradas neutras hay miradas positivas o negativas, no hay término medio.
El niño tiene la necesidad de una mirada para sentirse reconocido; de una mirada positiva para estructurarse y construirse. El adolescente empieza a ser alguien cuando se le mira con bondad y se le ofrecen muestras de reconocimiento. Se siente confortado cuando se le trata como un adulto.
Toda mirada positiva sobre una persona le permite crecer, toda mirada negativa es un obstáculo a su crecimiento.
Tenemos que tener cuidado con las imágenes que se nos ofrecen de los alumnos o de otras personas. Porque es posible que la mirada que nos ofrezcan esté distorsionada. Los educadores tenemos que librarnos constantemente de las imágenes que contaminan la mirada.
“Lo que se sabe de alguien impide conocerlo” (Christran Bobin), es decir, mirarlo tal y como es.
Existe una mirada que da al otro su identidad, su estatus; le abre un futuro permitiéndole la seguridad y la confianza en sí mismo. Y existe otra mirada que hiere, contamina y puede matar.
Andrés Coindre describe a estos “jóvenes que, después de haber sufrido merecen la atención especial y los cuidados particulares que se les presta. Culpables a una edad en la que se es más superficial que malo, más atolondrado que incorregible; era necesario no perder la esperanza de que cambiarían”.
La mirada sobre los jóvenes los encierra en sus actos. Lo que se había hecho, un robo, una violencia, se había convertido en un estado: son ladrones, delincuentes y nada más.
Andrés Coindre dirige otra mirada sobre ellos: es posible que estén pervertidos, pero no que sean perversos.
Cambiar la mirada es abrir un futuro.
Un requisito previo a toda tarea educativa es la fe en el joven que nos es confiado. Se nos invita a “mirar a la persona como un ser en desarrollo”. “Cada uno puede crecer”.
La educación consiste en revelar al otro todas sus posibilidades y ayudarle a desarrollarlas.
Hay que hablar de lo que se quiere a los jóvenes y de la fuerza con la que se desea su desarrollo y felicidad. Incluso con el alumno más difícil, más decepcionante, más incomprensible, más recalcitrante, debemos creer y esperar.
No hay alumnos insoportables sino alumnos que yo no soy capaz de soportar. Eso devuelve la pelota a mi tejado.