El 9 de enero de 2020, la comunidad del noviciado comenzó su andadura, en el mismo lugar que año tras año, nuestros hermanos novicios de la CALE, excepto en dos ocasiones, han tratado de discernir, ante Dios y con la ayuda del equipo de formación, la llamada a salir de su país de origen para formar parte de una comunidad internacional en otro país diferente al suyo, salvando las excepciones peruanas, para reiniciarse en la “danza de la formación”.
¡Gracias!, a todos los hermanos que en su día dieron ese paso adelante y aportaron su disponibilidad. Un gran o pequeño signo pero que pone en evidencia una vez más que «la Formación no está en crisis», porque es a través de ella que el Espíritu de Dios sigue llamando y es el propio novicio que ha de ponerse en camino y asumir la invitación hecha por el Dios que nos dio la vida. Gracias por este nuevo paso hacia adelante y dar a conocer vuestra disponibilidad.
En nuestra Regla de Vida, podemos leer: “La gracia personal de la vocación compromete todo nuestro ser, llamado como Jesús a crecer “en edad, sabiduría y gracia” (Lc 2, 52) en el amor a Dios y a los hombres.” (RdV 170). Por otra parte, el Instituto al publicar una nueva edición de la Guía de formación, quiso responder a una recomendación del capítulo general de 2006, proponiendo nuevos medios para vivir más profundamente la experiencia de Dios en todas las etapas de la vida, insistiendo en la inicial a fin de reforzar la práctica del acompañamiento espiritual y orientar la vida de oración. Igualmente, el capítulo general de 2108, en relación a la Formación inicial nos invitaba “a poner en práctica un proceso de discernimiento personal y comunitario para buscar la voluntad de Dios y la autenticidad de la vocación”. La formación para la vida religiosa debe consolidarse desde la formación inicial, en las etapas del postulantado, noviciado y profesión temporal, donde el itinerario de la formación debe tener en cuenta el proceso de discernimiento del llamado del hermano.
El mismo capítulo general llamaba a promover el crecimiento humano, espiritual y apostólico de los hermanos según el carisma del Instituto. Esto supone por nuestra parte un compromiso personal y comunitario de favorecer la maduración progresiva de nuestra vocación para poder crecer, como Jesús, “en sabiduría, estatura y gracia” (Lc 2, 52) en el amor de Dios y de nuestros hermanos. Esta maduración pasa por una formación adecuada y suficiente, cuya finalidad es la de configurarnos “al Señor Jesús en su oblación total de sí mismo” (San Juan Pablo II, Vita Consecrata, n° 65).
Otro aliciente y gesto más significativo, si cabe, es el anuncio y cercana propuesta de celebración, del Bicentenario de los Orígenes de los Hermanos del Sagrado Corazón, el 30 de septiembre de 2021. Gesto que el 36º capítulo general ratificó al invitarnos a ser fieles a nuestros orígenes, a través de una significativa presencia evangelizadora entre los niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, donde otros no van, promoviendo su protagonismo y la defensa de sus derechos.
Y a partir de aquí, ¿Por dónde empezar? Bueno será proseguir con el camino ya iniciado, pues la propia comunidad es la que ha de discernir e implementar con la ayuda y colaboración de todos sus miembros la construcción comunitaria. A través de la siguiente metáfora os invitamos a comparar la vida con un edificio: los cimientos (base familiar, donde has vivido el sentido cristiano inicial y compromiso social); los pilares: experiencia de Dios, compromiso social, vida de grupo y austeridad.
Y Todo ello girado en torno a la experiencia vivida en el postulantado: campos de formación, compromisos, dando importancia a la formación humana, cristiana, socio-política vivida en grupo. En el noviciado, la edificación en sí, será el camino, con una progresiva presencia de opciones de vida serias hacia una opción vocacional comprometedora dentro de la Institución… Para ello, bueno será apoyarse en dos palabras, Hogar y Taller y buscar su lugar en el mundo. Y para finalizar, dirigir bien nuestra brújula hacia la comunidad y al ejemplo de los primeros de Jesús, “se inspira en la comunidad de los Doce reunidos con Cristo” (RdV 23). (To be continue…).
Hno. Eusebio Calvo