¡Qué no se os olvide rezar todos los días de vuestra vida!
Cuando el Hermano Policarpo regreso a Paradis aquel día de otoño vio que la casa seguía funcionando perfectamente a pesar de su ausencia. Todo estaba limpio y bien cuidado, de tal manera que ni siquiera la caída abundante de las hojas otoñales lograba cubrir los caminos sinuosos de los jardines. Todas las mañanas, los novicios dejaban la casa limpia como la brisa del norte.
La sensación de bienestar, de vuelta al hogar, que acompañó al Superior General durante todo el día, todavía perduraba cuando, por la tarde, entró en el aula de los novicios, expectantes ante las nuevas que traía el Hermano Policarpo después de cada uno de sus largos viajes. […]