Proseguimos la iniciativa del Espíritu de la CALE, “Internoviciado 2020”, en comunidad, y en el artículo 188 de nuestra Regla de Vida, puede leerse: “El noviciado es una etapa privilegiada de iniciación a la vida religiosa. Introduce a los novicios en las exigencias espirituales y apostólicas del Instituto. Forma en la renuncia, en la oración, en la ayuda espiritual mutua”.
A partir de estas palabras quisiera destacar el protagonismo que, consciente o inconscientemente, aportamos todos los miembros de la Comunidad del Internoviciado en Catari (Lima), donde a todos se nos pide y demanda:
Disponibilidad: con nuestro aporte personal a fin de crear una nueva mentalidad y una nueva actitud, yendo más allá de los horizontes habituales de nuestras provincias administrativas y regiones, y abriéndonos a las posibilidades de colaboración internacional para la misión. Disponibilidad donde nuestra Regla de Vida destaca expresiones como: nos hace más disponibles para el servicio (n°.60), la alegre disponibilidad (n°.73), se mantienen disponibles a las necesidades del Instituto (n°.92), disponibilidad en la fe (104), para realizar cualquier función y obediencia que le confieren los superiores (A27) y estoy disponible para el ejercicio de un apostolado conforme a la misión del Instituto (fórmula de profesión).
Interculturalidad, que según su propia definición el concepto apunta a describir la interacción entre dos o más culturas de un modo horizontal y sinérgico. Esto supone que ninguno de los conjuntos se encuentra por encima de otro, una condición que favorece la integración y la convivencia armónica de todos los individuos. Y si a esto se le añade “nuestras presencias”, nos convertimos en una comunidad internacional corazonista capaz de promover en su interior la comunión de culturas y el aprecio por su diversidad, así como su inserción en el contexto en el cual nos encontramos y vivimos. Nuestra prioridad será, construir la comunidad corazonista intercultural (diversas formas de vida cristiana, religiosas, tradiciones, procesos educativos, personalidades diferentes…), pero un solo corazón: ¡CORAZONISTA!
Una vida significativa, que se asocia con el funcionamiento positivo: satisfacción con la vida, el disfrute del trabajo, felicidad, afecto positivo, esperanza y en general un mayor nivel de bienestar. Así lo define McAdams (1993) al percibir que la gente tendía a construir historias como una manera de entender los acontecimientos de la vida. Y si a este pensamiento lo condimentamos con la aportación de los propios dones personales, con calidad evangélica y testimonio fraternal, convirtiendo la comunidad, en casa Hogar y Taller, lugar de Perdón y Fiesta da como resultado un plato apetitoso para compartirlo y digerirlo en comunidad si es que sabemos sazonarlo en las medidas oportunas ¿Cómo? Siendo acogidos con nuestras limitaciones y capacidades, la comunidad, poco a poco, se convertirá en un lugar de liberación; descubriendo que somos aceptados por los demás y amamos mejor el lugar donde se puede ser, uno mismo, sin miedo ni violencia y donde la vida comunitaria busca profundizar en el respeto y la confianza mutua entre todos los miembros y en sintonía con nuestra Regla de Vida al interpelarnos: Cambiar de estilo de vida para crear un clima propicio (n°.35), disposición al respeto de cada persona en su crecimiento (n°.86), hermanos que dan pruebas de respeto confianza (n°.213) a fin de hacer de nuestra entrega, marcada de respeto, gratuidad y misericordia la solicitud de Cristo hacia los hombres (n°.118).
Un énfasis en espiritualidad: un claro compromiso de profundizar en el desarrollo de nuestra vocación, nuestra experiencia espiritual, contando con la propia iniciativa de crecimiento personal y a través de las ayudas recibidas desde otras dimensiones apostólicas: Confer Perú, nuestra propia comunidad y la riqueza cultural del entorno que nos rodea. Ante esto, alguien puede pensar que, ¡que estamos locos! Pero, ¿no hay locura mayor que la de Jesús con su visión de vivir como hermanos y hermanas y servir a ‘los pequeños’? El mismo Dios, se hace hombre, ¿No celebramos esto en cada NAVIDAD? ¡Dios se hace humano! ¿No lo experimentamos día a día en la confinación que vivimos por el covid19 y en los gestos solidarios de tantas personas que están arriesgando su vida? Todo esto se resume, en una palabra, ¡Amor! Y así tratamos de vivirlo: “Un espíritu de caridad caracteriza a nuestro Instituto. Este espíritu se manifiesta por la sencillez, la acogida y la fraternidad” (RdV. 15)
Estas cuatro aportaciones son un llamado para que todos y cada uno respondamos con creces al “Protagonismo de la comunidad del Noviciado en la Formación”. Pero, “no todo es orégano” ya que en la vida de comunidad hay, cara y cruz, sonrisas y lágrimas, flores y espinas, luces y sombras y cada cual es hijo de su padre y de su madre. Seguro que hemos escuchado alguna vez que la vida en común es la revelación de los límites, debilidades del propio ser; es la revelación, inesperada de los miedos escondidos en el interior de cada persona y esta revelación, en ocasiones es difícil de asumir. Pero, por el contrario, si se aceptan esos miedos, si se disciernen y se les deja salir, entonces, uno aprende a domarlos, iniciándose hacia el crecimiento de la liberación personal.
Tal vez alguien pueda pensar: “consejos vendo que para mí no tengo”, aun así, y sin miedo a equivocarme, me atrevo a decir que nuestra vida y misión, se desarrollará, y nuestro propio camino vocacional crecerá, en la propia comunidad y con los que conviven bajo el mismo techo. La experiencia, en ocasiones, dolorosa me dice que es bueno “tener bien ordenada nuestra mochila”, dígase ‘corazón’, para no despistarnos.
Disponibilidad, Interculturalidad, Vida significativa y Espiritualidad. Cuatro características que bien asimiladas y vividas en la comunidad del noviciado, harán de ella una Comunidad viva y encarnada, donde el rasgo y clave de la comunidad religiosa, es su capacidad de actualizar el carisma que la convoca, adaptándolo a las diversas situaciones culturales e históricas. Y, ya cercanos al inicio del Bicentenario, bueno será hacer presente al Padre Andrés Coindre, nuestro fundador, quien desarrolló a lo largo de su vida el don recibido desplegando sus virtualidades según las necesidades de la iglesia y del mundo. Así se convirtió en ejemplo orientador para nuestro Instituto. En resumen, será la propia comunidad del noviciado, a ejemplo del fundador y en sintonía con la iglesia, la que ha de buscar en la vida y en el caminar de la humanidad los signos y la voz del Dios del Reino y en el día de hoy, a fin de hacer realidad el Ametur Cor Jesu para nuestro tiempo. (To be continue)
Hno. Eusebio Calvo