PROPAGAR ESTE FUEGO (Comentario. Continuación)
(2a carta circular del H. Superior General)
- CREER EN EL AMOR DE DIOS
No puede formar parte del Instituto quien no ha conocido el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Este amor inesperado, incondicional y gratuito es como fuego, al menos así lo representa la iconografía de nuestro escudo: un corazón coronado por una llama en cuya cúspide hay una cruz. Esta experiencia configura en nosotros una espiritualidad –la del Corazón de Cristo- y un estilo misionero: educar con pasión. La devoción recibida de nuestros antepasados, que marcó la vida del P. Coindre, la tenemos que entender cada vez más como espiritualidad, como mística.
- La devoción es estática y, normalmente, intimista: es un sentimiento de veneración que expresamos a través de prácticas devocionales (en el caso del Sagrado Corazón: el ofrecimiento, el primer viernes, las letanías, etc).
- La espiritualidad, en cambio, es dinámica: es dejarse activar y emocionar por el Espíritu, que quiere dinamizar nuestras vidas para que nos conformemos a Cristo, según el proyecto del Padre. Nuestra espiritualidad, en concreto, nos introduce en la intimidad del Corazón de Cristo para conocer el amor de Dios, transformarnos en él y hacernos sus testigos/signos en el medio escolar ¿Cuándo hace esto, dónde lo hace?
La RdV nos lo recuerda:
- En el presente de nuestras vidas Cristo sigue prodigándonos este amor por su presencia, así como por la atención, la amistad y el afecto que recibimos de nuestros hermanos (RdV 113)
- La meditación de la Sagrada Escritura nos hace descubrir el amoroso designio de Dios (RdV 115)
- La meditación, la lectura espiritual, el compartir el evangelio y la lectura asidua de la Biblia nos abren el espíritu y el corazón a un conocimiento íntimo de Jesús (RdV 132) 3
Dos son, pues, las fuentes de nuestra espiritualidad: el afecto que recibimos de los hermanos y el contacto continuado con la Palabra que compartimos en nuestras oraciones y encuentros. La escuela de la Palabra y la escuela de la fraternidad. Palabra y comunidad recibidas que, pasadas por el corazón, se convierten en nuestros principales instrumentos educativos.
¿Cuánto sentimos el afecto y la amistad de los hermanos? ¿cómo los cultivamos entre nosotros? ¿qué protagonismo tiene la Palabra en mi meditación y en mi vida? ¿soy capaz de compartirla en la Lectio divina? Si estas dos fuentes las experimento secas no puede sorprenderme que tenga apagado en mí el deseo de Dios y la experiencia de su amor.
Por último, nuestra espiritualidad es apostólica y misionera. Compartimos el celo misionero de Coindre que, a su vez, lo recibió de Jesús: “he venido a traer fuego” (Lc 12, 49). Este ardiente deseo no puede menos de inflamar nuestro corazón y manifestarse vivamente en el amor a nuestros hermanos y a los jóvenes que nos están confiados, porque se enraíza en el amor que Jesús nos tiene (RdV 118). Por eso debemos ser apasionados y contemplativos en la acción/educación, única forma de hacer presentir la solicitud de Cristo hacia los hombres/jóvenes de hoy, sobre todo de los más pobres.
Me parece un sencillo resumen de nuestra espiritualidad: hemos conocido el amor (en la Palabra, en la fraternidad, en la misión, en la eucaristía), hemos creído en él (hemos apostado nuestra vida por él) y tratamos de difundirlo apasionadamente como un fuego que nos quema por dentro, luchando por la promoción de los más pequeños y necesitados.
- VIVIR DE EL
El amor de Dios, conocido a través de un itinerario espiritual particular, es el fundamento de nuestra vida, el valor fundamental de nuestro carisma, del que debemos dar testimonio en la comunidad y en la misión. Estas dos realidades –la vida comunitaria y los compromisos apostólicos- que recíprocamente configuran nuestra vida solo pueden subsistir si viven de este amor.
- Nuestra vida comunitaria puede ser una experiencia inédita para los jóvenes de hoy si descubren en nosotros hombres que han escogido vivir juntos colaborando en la vida cotidiana y entregando su vida a los demás. ¿Por qué somos tan reservados con nuestra vida comunitaria? ¿por qué nos “blindamos” tanto de los extraños, de los jóvenes, de los ajenos a la comunidad? ¿por qué no se ven más jóvenes, colaboradores o amigos comiendo o incluso rezando con nosotros? No acabamos de creernos el potencial que puede llegar a tener el testimonio comunitario si lo consideráramos como un instrumento privilegiado de apostolado y pastoral vocacional. Pero claro: para ello tendríamos que cambiar algunas de nuestras inercias, comodidades, manías, rarezas… y no sé si estamos tan dispuestos.
- Nuestro testimonio apostólico: constantemente desafiado por los valores del carisma, alma de nuestra identidad y de nuestro apostolado. Como nos recuerda el H. Mark, la simple presencia de los hermanos no basta para insuflar el carisma en un apostolado. Tanto la comunidad como la escuela tienen que ser una expresión de nuestro carisma en acción. Una acción colectiva estudiada y programada, adaptada y evaluada. No basta con el testimonio personal. El PAC busca ser un instrumento que dote a nuestra vida y misión de un dinamismo necesario para insuflar carisma en nuestra escuela a través de unos medios previamente dialogados, enunciados y proclamados.
Me parece un sencillo resumen de nuestra espiritualidad: hemos conocido el amor (en la Palabra, en la fraternidad, en la misión, en la eucaristía), hemos creído en él (hemos apostado nuestra vida por él) y tratamos de difundirlo apasionadamente como un fuego que nos quema por dentro, luchando por la promoción de los más pequeños y necesitados.
Un apunte final: estamos llamados a continuar la “visión” del P. Coindre creando entornos educativos que sean seguros, a resguardo de cualquier tipo de autoritarismo, abuso o acoso; que preparen para la vida mediante el desarrollo de competencias personales y profesionales; y que abran el corazón de los niños y jóvenes a la religión.
Una de las amenazas actuales y futuras de nuestra escuela es la secularización. A medida que se “seculariza” el claustro se corre el riesgo de que la educación religiosa sea cada vez más tímida, ocasional o inconscientemente desplazada. La situación nos exige estar muy atentos para no descuidar nuestro modelo educativo basado en un humanismo cristiano que persigue una educación sólida “y sobre todo religiosa” (H. Policarpo). Una educación que pone todos sus medios (académicos, extraescolares, relacionales) al servicio de la construcción del “hombre espiritual”, marcado por los valores de nuestro carisma.
- Y DIFUNDIRLO
El H. Mark nos recuerda que nuestro carisma pervivirá si encuentra personas dispuestas a vivirlo con pasión y compromiso. Para ello nos presenta tres desafíos:
1- Encontrar a quienes desean compartir nuestra vida en un “compromiso sin compromisos” a favor de esta visión educativo-pastoral, e invitarles a ser hermanos.
2- Apoyar a los colaboradores comprometidos en esta visión, dándoles los medios para desarrollar su vocación docente y confiándoles responsabilidades.
3- Formular unas expectativas claras y compartirlas -como expresión de nuestros valores- para formar una comunidad que “rodea a los niños y jóvenes de toda ayuda posible para formarlos en el bien”.
Tenemos una manera propia de hacer las cosas. Este modo de proceder se ha ido configurando a lo largo de nuestra historia y es el resultado de vivir unos “valores del carisma” que se han ido identificando, explicitando e incluso adaptando a lo largo del tiempo. Difundir el carisma es, para el H. Mark, integrar estos valores en la experiencia formadora de los hermanos, colaboradores y alumnos. Si todos los vivimos, transmitimos y recreamos conseguiremos que el carisma anime nuestras obras apostólicas, que nos reconozcan por este estilo-identidad que trasluce lo que nuestras obras están llamadas a ser, y que nuestro modo de proceder llame la atención por su coherencia, sencillez y éxito. Esa es la “visión” apostólica común y compartida que debe proporcionar un programa de formación común en el carisma que llegue a todos: hermanos, colaboradores y alumnos.
Pero también nos advierte el H. Mark: no podemos animar a una provincia a crecer en el carisma si no implicamos a cada hermano, a cada comunidad local y a cada obra, ofreciéndoles los recursos necesarios para ello. Se trata de formular claramente nuestros valores, integrarlos en nuestras vidas personales y apostólicas, y sentirnos responsables de ellos.
Por eso el capítulo de 2018 nos puso esta tarea para favorecer la adhesión e interiorización del carisma: procesos que busquen nuevos medios de vivirlo, de compartirlo y de construir comunidad con todos los colaboradores en la misión.
¿Qué estamos haciendo en la Provincia? El capítulo provincial de 2019 dedicó un tiempo amplio a este desafío y apuntaló las siguientes estructuras y propuestas:
- Promoción del CIVAC y de la página web institucional como instrumentos de formación permanente de los hermanos en el carisma.
- Promoción de la formación permanente de los hermanos mediante el Plan “vivir en discernimiento”, que propone mensualmente un tema de lectura, formación y encuentro de la comunidad. En este espacio se están trabajando las publicaciones del bicentenario.
- Jornadas de formación del profesorado de nueva incorporación y acompañamiento inicial con propuestas y entrevistas centradas en el carisma de fundación.
- Aprobación y difusión del Proyecto Confianza, que recoge los 5 valores institucionales inspirados en el carisma.
- Plan 2014-2018 de formación de equipos directivos y seglares vocacionados: ocho sesiones.
- La puesta en marcha del Equipo de Misión y Titularidad (EMT) como expresión de la animación compartida del proyecto educativo institucional de la Provincia.
- Puesta en marcha de los Equipos de misión compartida (EMC), formados por seglares y hermanos que profundizan juntos en la misión como carisma en acción.
- Encuentros provinciales de Misión compartida y encuentro internacional de formación en el carisma de la CALE, promovido por la comisión de promoción del carisma.
- Formación común en los claustros (2-3 al año) sobre las publicaciones del bicentenario, los valores del Proyecto confianza, la cultura de centro, etc.
- La formación institucional de los tutores de ESO y bachillerato en la dinámica del acompañamiento tutorial y la futura creación de una Escuela de acompañamiento. La instauración de la hora de entrevista con los alumnos en los colegios.
- El trabajo de la Comisión de seglares y hermanos, que viene desarrollando un trabajo de reflexión, programación y seguimiento desde 2009.
- La creación de la Comisión de comunión en el carisma, con el fin de formular expectativas de futuro en el camino de la misión compartida, el desarrollo del movimiento laical, la configuración de comunidades apostólicas, etc
- La promoción del voluntariado internacional con antiguos alumnos y profesores jóvenes de los colegios.
CONCLUSIÓN:
El camino de la Provincia en la aventura de la misión compartida explícita comenzó en los últimos años de la década de los 90 del siglo pasado con las “semanas de Arévalo”. El siguiente hito se produjo en el capítulo provincial de 2009, cuando se institucionalizó este proceso adquiriendo carta de ciudadanía en la Provincia. Hoy estamos viviendo otro momento de despliegue, madurez e integración de las realidades laicales de la provincia, que nos coloca ante un futuro lleno de retos que tenemos que saber acompañar con sabiduría y audacia.
“Para nosotros, que hemos optado por comprometernos sin compromiso en esta misión, y para todos los que caminan a nuestro lado, esta tarea impresionante nos aguarda como un desafío diario. Nuestra tarea es la de encender y atizar la misma pasión en el corazón de quienes nos rodean” (H. Mark. Propagar este fuego, p. 55)