Deseando que los hermanos vivan la experiencia de los discípulos de Emaús, el capítulo general les insta a marchar por el camino de una vida religiosa renovada a través de:
1.Una vida religiosa interpelante
Ser testigos de una vida consagrada que interpele a nuestros contemporáneos:
- por una existencia personal y comunitaria centrada en Cristo;
- por una comunidad más fraterna y acogedora;
- por una misión que privilegia a los pobres, con quienes Cristo se identifica.
2. Una formación inicial y permanente adaptada
Promover el crecimiento humano, espiritual y apostólico de los hermanos según el carisma del instituto:
- por el cuidado solícito dedicado a la formación inicial;
- por el desarrollo de una formación permanente, basada en el discernimiento y en el compromiso personal y comunitario.
3.Un carisma compartido y vivificante
Promover procesos que favorezcan:
- una mayor adhesión e interiorización del carisma de fundación;
- nuevos medios de vivirlo y compartirlo con los colaboradores en la misión;
- la construcción de comunidad con quienes participan en la misión.
4. Una presencia significativa entre los niños y jóvenes
Educar a los niños y jóvenes al estilo de Jesús, privilegiando una “presencia de compasión y de confianza”:
- escuchándolos, acogiéndolos, respetando su integridad;
- siendo testigos del amor de Dios y acompañándolos en su deseo de compromiso.