Mis alumnos-as malgaches
En ese mapa de África que ven ustedes en esta foto falta a la derecha la isla de Madagascar, que los mismos malgaches han borrado deliberadamente porque ellos y ellas afirman que no son africanos sino asiáticos.
Durante dos años escasos tuve en mis clases a muchachos y muchachas habitantes de esa preciosa y enorme ínsula, que no sabemos si se desgajó del continente cercano o bien llegó desde Asia flotando a la deriva. Confieso que mis estudiantes eran de tez más suave que los bantús que yo conocí en el Congo, menos altos que aquellos, de carácter más manso, flacos en general y de elevada autoestima.
A mí me miraban con gestos de asombro, una mezcla de respeto y el temor, debido a que en aquellas culturas negroides el diablo es un tipo blanco con cuernos negros, rabo largo y fusil de colonizador en mano. Mi enseñanza profesoral de aquella época presentó desafíos y obstáculos sobreañadidos por el hecho de que tenía que enseñar el Inglés partiendo del Francés a un alumnado que hablaba Malgache como idioma materno.
Nuestro manual de lengua inglesa era de los más corrientes en el mercado y de los menos adaptados a la mentalidad de aquellos adolescentes, ya que hablaba de una pareja de gringos –Tom and Mary– que se enzarzaban en diálogos, comentarios y discusiones sobre asuntos propios de los modernos norteamericanos.
Como detalle curioso, recuerdo que una mañana, entré despistado al aula y espeté a los muchachos-as en español : «Buenos días, ¿cómo están ustedes hoy?». Visto que nadie me entendía ni me respondía tuve que despertar de mi ensimismamiento y repetir mi saludo en la lengua de Molière.
Algunos años después de aquella experiencia educativa, recibí dos cartas de saludo y agradecimiento mientras vivía en un país de América del Sur: uno de los varones me escribía desde la capital de Madagascar, (Antananativo), mientras que una de las muchachas enviaba su misiva desde la capital de Francia (París). Mientras releía aquellas amistosas epístolas, busqué un atlas con el mapa de África, donde sí aparecía la extensa isla-continente que en tiempos remotos tuve la suerte de hollar.