MI MEJOR EX-ALUMNO
No es eventualidad común y corriente que un estudiante recuerde y aprecie a su maestro al cabo de cuarente y cinco años de haber coincidido ambos bajo el techo de la misma aula. Yo andaría por los veinte mientras que él no pasaba de los doce, lo cual significa que ambos estamos englobados en la misma generación biológica, cronológica y sociológica. Probablemente este antiguo alumno no recuerde las nociones linguísticas o históricas que le pude impartir durante las tediosas horas lectivas pero sí mi comprensión hacia su incipiente adolescencia y mi profundo respeto hacia su tesonera mamá. En aquella década de los setenta la educación española pecaba de rigurosa en la disciplina y de memorística en la enseñanza.
Los avatares de la vida hicieron que nos perdiéramos de vista. Yo viviendo en trashumancia por países del tercer mundo. Mi ex-alumno estudiando Derecho, casándose, consiguiendo empleo en el negocio de la banca y engendrando dos hermosos vástagos. Gracias a Dios y a este mundo hipercomunicado de la actualidad, seguimos en contacto de mil maneras, yo casi jubilado del oficio profesoral, él asomando las orejas a la prejubilación y su progenitora a punto de completar los cien años. Además de los nostálgicos recuerdos,a ambos nos une el gusto por la buena música y la lectura asidua de la mejor literatura. Ojalá que él lea con gusto estas breves líneas y después narre sus impresiones infantiles en aquel tiempo desde la perspectiva de un pupitre escolar.