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Me cuesta y duele
Cuesta, a veces cuesta
descender de la altura,
carecer de prejuicios,
no pactar con el oro,
no admitir la violencia,
denunciar el abuso,
conceder la palabra.
Cuesta, a veces cuesta
restañar las heridas,
compartir pertenencias,
dejar de ser prudente,
atajar los incendios,
no recortar las alas,
pintar el arco iris.
Cuesta, a veces cuesta
ver con ojos distintos
soluciones iguales,
considerar de casa
al que viene de lejos,
temer al cataclismo
a siglos de distancia.
Cuesta, a veces cuesta
apostar por el sueño,
no morderse la lengua,
conseguir ilusiones,
defender al humilde,
no pisar en seguro,
no cortar por lo sano.
Cuesta, a veces cuesta
destruir esos templos
de engaño y de tortura,
opinar sin ambages,
perdonar al sicario,
domesticar canallas,
alcanzar lo imposible.
Cuesta, a veces cuesta
negar lo que no es vida,
matar razones muertas,
no querer hacer trampas,
no poner etiquetas,
dejar entre paréntesis
el rencor y la rabia.
Cuesta, a veces cuesta
destruir alambradas,
amordazar las uñas,
iluminar un punto
el reino de las sombras,
desatar las cadenas
a la cárcel del miedo.
Duele, a veces duele
esperar el mañana
y sentirlo alejarse,
ver que la hierba verde
no brota en nuestros campos,
buscar paz y palabra
y no encontrar ninguna.
Duele, a veces duele
ser tachado de necio,
danzar a contratiempo,
armarse de verdades,
bañarse en la justicia,
ir solo por el mundo
cargado de ilusiones.
Duele, a veces duele
perder nación y raza,
firmar con la mejilla,
fabricar comprensiones,
ser pluma de paloma,
saber que la paz tiene
gusto y olor a muerte.
Duele, a veces duele
ver guettos y pobreza,
paces de cementerio,
balas siempre perdidas,
oír mesías falsos,
ver los ríos y nubes
teñidos de encarnado.
Duele, a veces duele
ver vientres siempre hinchados,
moscas y enfermedades,
comprobar la impotencia,
sentir cómo la sangre
es origen del mundo
y tal vez su destino.
Pero aunque cueste y duela
-siempre la vida duele,
nunca lo fácil cuesta-
lo seguiré intentando.
Despertaré esperanzas
de bienes compartidos,
de lechos de armonía.
Pero aunque cueste y duela
el corazón me vale.
Me siento responsable
de las vidas ajenas
y de mi propia muerte.
Cada uno de los hombres
es realmente el hombre.
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