Al Padre Andrés Coindre le encargaron en numerosas ocasiones predicar el sermón de la erección de la cruz que se realizaba al final de la misión. Tenemos la suerte de tener un pequeño cuadro de la misión de la Guillotiere, que tuvo lugar del 1 de marzo al 12 de abril de 1818. En él podemos reconocer al Padre Andrés Coindre, llevando la cruz. ¿Qué otra cosa hizo en su vida sino en llevar la cruz de Jesús?
El párroco había preparado con cuidado la misión y la apoyó lo mejor que pudo. Comenzó procesión de comienzo con participación de las autoridades; las muchedumbres se desplazaban por millares. El éxito inesperado de esta misión fue un verdadero triunfo para la religión en este suburbio comercial e industrial de Lyon. El viernes santo, desde el púlpito, el padre Coindre hizo un acto de reparación en donde manifestó su fe viva y su profunda humildad.
Existe un cuadro que evoca la misión de La Guillotière en 1818. Esta representación, quizás dibujada por Sor San Andrés, se conserva en el museo de Fourvière. El sacerdota arrodillado es el Vicario Courbon; el predicador presenta todos los rasgos del Padre Coindre; la cruz es conforme a las erigidas por los misioneros de la Cruz de Jesús. Más allá del artificio de composición deseado por la pintora, esta obra refleja el aspecto visual, la voluntad de puesta en escena y el intento de dramatización inherentes a la concepción que se tenía de la misión parroquial en tiempos de la Restauración.
Un Misionero, de pie, junto a este pedestal, con la cruz en sus brazos, dirige a esta inmensa muchedumbre que cubre la plaza, un discurso henchido de firmeza y unción, en el que ofrece a la piedad de los Fieles el patente retrato de las maravillas de la Cruz, de su poder, de su justicia y de sus misericordias. Separándonos de vosotros, dice, os dejamos un Misionero mucho más elocuente que nosotros, un Misionero que estará siempre entre vosotros, un Misionero que recordará siempre a los justos sus resoluciones y sus promesas, y que reprochará a los pecadores su obstinación, su endurecimiento y las resistencias que han presentado a nuestras apremiantes exhortaciones. en sus brazos. Este Misionero es esta Cruz adorable que se va a convertir en un monumento que acabamos de erigir en medio de vosotros y ante vuestros ojos, y que será una prenda de la resurrección de unos y de la condenación de otros. Quiera, el Cielo, que como el buen ladrón, la miréis al fin con los ojos del arrepentimiento, y que podáis un día echaros en sus brazos.
(De las notas del H. Marius Drevet. Misión de la Guillotière p.67)
☞ ¿Soy capaz de llevar las cruces de cada día? ¿Ayudo a los demás a llevarlas?