LAS NIÑAS DE “SAINT NIZIER”
Éramos dos hermanas. No pregunten por nuestra edad porque no la sabíamos. Yo era la mayor, mi hermana tendría un año o dos menos que yo. Éramos huérfanas, no habíamos conocido a nuestros padres. Pasamos por el hogar de algunos familiares pero finalmente terminamos en la calle. Pedíamos limosna y con lo poco que sacábamos mal vivíamos. Sobre todo lo hacíamos a la puerta de las iglesias donde era más fácil encontrar algún alma caritativa. Pero los tiempos eran difíciles y las limosnas no abundaban.
Un día, cuando estábamos en la puerta de una iglesia, como de costumbre, salió de la misma un sacerdote. Ya lo habíamos visto otros días pero nunca nos habíamos atrevido a pedirle nada, ¡era un sacerdote! Ese día fue él que se acercó a nosotros. Nos preguntó que quiénes éramos. Luego siguió sus pasos. ¡Qué desilusión! No nos había dado nada.
De pronto volvió su mirada hacia nosotras y nos dijo: ¿Qué hacéis ahí paradas?, venid conmigo. Hay que encontrar un lugar en donde os den algo de cenar y un lecho para dormir. Y nos fuimos con él. ¡Una nueva vida comenzaba para nosotras!, ¡y también para él!