Las cartas del Padre Andrés Coindre son para nosotros un tesoro. Junto con las Memorias del Hermano Javier, son los documentos más valiosos que tenemos para conocer la historia de nuestros orígenes y de los cinco primeros años de nuestra congregación.
Nos ofrecen preciosas informaciones sobre nuestros primeros Hermanos, nuestras primeras comunidades y nuestras primeras obras. Al mismo tiempo nos revelan las intuiciones apostólicas de nuestro fundador y las líneas de fuerza de su carisma.
Con su correspondencia, Andrés Coindre no pretende suplir la instrucción oral y el acompañamiento personalizado a sus Hermanos durante sus encuentros con ellos en el Pío Socorro de Lyon o en Monistrol. Pero como frecuentemente está lejos de ellos, predicando Retiros o Misiones parroquiales, en momentos en los que su presencia les hubiera sido de gran utilidad, recurre a las cartas como el mejor sucedáneo de su presencia.
El establecimiento del Pío Socorro de Lyon y el de Monistrol ocupan una importancia primordial en la correspondencia de Andrés Coindre, aunque también hay informaciones sobre las escuelas en funcionamiento durante la vida de nuestro fundador. Pero más que con los lugares y con las obras, Andrés Coindre se encariña con las personas. Sus cartas están llenas de nombres, y es realmente concreto el recuerdo que conserva de cada una de las personas a las que hace referencia.
Las cartas de Andrés Coindre son escritos de circunstancias sin búsqueda de perfección literaria. Lo que le interesa a Andrés Coindre es responder a las preguntas, inquietudes y problemas del destinatario de sus cartas y darle unas enseñanzas y unos consejos concretos.
Andrés Coindre escribe con mucha espontaneidad y con la transparencia directa de su corazón que “habla”, de manera luminosa, para enseñar, aconsejar y animar.
Aunque las cartas de Andrés Coindre son escritos de circunstancias, están dictadas por el celo apostólico que le anima. La autenticidad, a sus ojos, no es cuestión de palabras, sino de obras: “El Hermano Agustín sabe lo que prometió por tres años. Que cumpla hasta el final” (carta III, p. 57).
Las cartas del Padre A. Coindre
H. Jesús Ortigosa