LA PALABRA
Lorenzo Milani, el creador de la escuela de Barbiana, tenía entre unos de sus lemas educativos el siguiente: “Pertenecer al pueblo y dominar la palabra”. Trabajando en una parroquia de Florencia se enfadaba y comentaba cómo era posible que los hijos de la clase obrera fueran capaces de leer los periódicos deportivos y los otros no. Se le ocurrió quitar los futbolines y el ping-pong de los salones parroquiales y empeñarse en despertar la conciencia de los jóvenes… Venía razonando que a la clase obrera se la entretiene para que sea sumisa. Terminó desterrado en el Valle de Barbiana. Allí creó su escuela. Una escuela en torno a la palabra: desarrolló la escritura colectiva, la lectura del periódico, el aprendizaje de varios idiomas… y terminaron escribiendo un libro: “Carta a una maestra”. Hoy ese libro está desterrado de la carrera de magisterio y de pedagogía… y de las bibliotecas de las salas de profesores. Por cierto, ¿Hay biblioteca en la salas de profesores?
Hay formas diversas y muy perversas de dominio de la persona… y otras muy sutiles, entre estas últimas está el quitar el derecho a la palabra. Y esto se puede hacer sin dañar aparentemente su libertad… simplemente hay que suplantar la comunicación de la palabra con la de la imagen…hasta el extremo. Hasta perder el vocabulario, reducir a lo más simple la expresividad e infantilizar la mente. Ahí lo dejo para que le des un par de vueltas antes de negarlo sin pensarlo.
Las personas que nos dedicamos a la educación deberíamos ser expertas de la palabra y de la comunicación. (Hoy los expertos en estos temas (y tampoco mucho) son los publicistas). Y deberíamos hacer a nuestro alumnado experto y dominador de la palabra y su expresividad. ¿No es esta la base de la evolución? Vale; nos pusimos derechos, desarrollamos la mano prensil, se nos cayó el pelo y se nos desfiguró el cráneo…pero lo clave es el desarrollo del pensamiento y la palabra (y de amar y poder ser amado como nadie)
Y no entiendo que desarrollar un tipo de lenguaje tenga que desplazar otro, el uso de la imagen no puede ni debe desterrar a la palabra, a no ser que haya alguna intención (del todo perversa).
Pero ahí está, esa sensación de que la palabra está empobrecida, reducida a círculos de expertos y aficionados y que sí, cultivamos un vocabulario alrededor de nuestra especializaciones y gustos, pero sin el brillo y la emoción de quien tiene un tesoro. Hay quien habla sesudamente de estos hechos: la pérdida de las subordinadas, la simplificación del vocabulario, el olvido del subjuntivo, la fijación en la literalidad, la muerte de la metáfora y una especie de alexitimia del lenguaje o falta de expresividad, de emocionar, de encandilar. Y añadiría el empobrecimiento del humor, que debería ser al menos ocurrente y siempre inteligente.
¿Qué nos ocurre, que en nuestras mejores escuelas de primaria no se consigue el cien por cien de comprensión lectora y expresión en lenguaje escrito? ¡Tampoco en secundaria! Y no me importan los porcentajes de las evaluaciones oficiales y oficiosas, me es suficiente con la sensación repetida… Las cifras reales pueden ser demoledoras, si fueran reales.
Sé que nuestro alumnado de Centro Puente no es representativo de nada en un estudio estadístico… (así se les trata oficialmente, como porcentaje insignificante), pero todos han terminado primaria, y uno de sus grandes déficit es el lenguaje… y hay quien presume, entre ellos, de haber pasado por la escuela y nunca haber leído un libro. Y la escuela no se hunde y el Ministerio sigue en la calle Alcalá. “¿Quién fracasa?”, se preguntaban en la escuela de Barbiana?
No es por cabezonería, que podía ser, es por crear oportunidad; en Centro Puente solemos poner a nuestro alumnado a leer. Sí, en clase, un libro, sin dibujos ni fotos… leer, silencio, pasar de páginas, música ambiente, distracciones, lectura… ¿Y para qué sirve esto? Leer sirve para leer. Y después la mente se llenará de poder, de imaginación, de posibilidades…Y otros días escuchar poemas en voz de sus autores o en voz de otros…no hace falta entender…es suficiente sentir. Y con mucha frecuencia, tres veces por semana, poner a los mayores a escribir, seis líneas, enfrentarse al papel vacío, a la inexistencia de las musas y a la pregunta del aburrido “¿qué escribo?” Y terminar escribiendo… porque todos somos escritores.
¿El resultado? Poder oír: “en Centro Puente me he leído el primer libro de mi vida” o “mi madre me ha dejado un libro de un tal Zafón”, o “ese amigo del profe que se llama Machado” o “vuelve a ponernos ese poema de ‘El Embargo’ (en extremeño) que es muy emocionante” o un “ohhhh” ante un párrafo de esa alumna que parece tan rarita y nos ha dejado con la boca abierta. Estos resultados no los encontraréis en el informe Pisa, pero es un intento sencillo y constante por hacer a nuestros alumnos dueños de las palabras… aunque, tal vez, después se las roben las redes sociales.
Me parece un éxito la presencia y la insistencia desde quienes animan nuestros centros corazonistas por la lectura. Esos simpáticos rincones de lectura, esas nuevas bibliotecas, esos programas de animación y provocación hacia la lectura…
Y como educadores hagámonos más expertos, más dueños, más creativos de la palabra… para convencer, para emocionar, para encandilar y para seducir. Que todo eso, también es educación.
Y dejar un hueco para la poesía…
Y para la escucha… y para los silencios.