La muchedumbre abandonada
Mateo 9,35-38
Yo no tenía nombre, era uno entre tantos de esas “multitudes” que íbamos por la vida como “ovejas sin pastor”, abatidos por la ignorancia, la opresión y la injusticia. Multitud, otros dirían gentuza, chusma. Para nuestros líderes políticos y religiosos no contábamos. Éramos los dejados de la mano de Dios y de los hombres. Con Jesús fue diferente. Recuerdo en particular su modo de mirar. Éramos muchos pero sentí que cuando hablaba se dirigía a mí en particular. Y creo que todos sentíamos lo mismo.
Sus palabras no eran las de un “profesional”, salían de un corazón conmovido por lo que estaba viendo. Sus palabras, surgidas de lo más profundo de su corazón eran capaces de curar.
Y la multitud se convertía en comunidad de personas, de hermanos. Habíamos recuperado nuestra dignidad… y nuestros nombres.