LA ESCUELA
Yo me las prometía muy felices pero tres meses después de la Fundación los cinco Hermanos que había enviado a Valbenoîte, que por otra parte no paraban de pedir dinero que yo no tenía, decidieron separarse y seguir por su cuenta con su párroco. Y yo ¿qué podía hacer?, ¿hundirme?, ¿abandonar? ¡Ni hablar! Me dije con Pablo: “Si el Señor está con nosotros, quién contra nosotros”. La única solución era seguir hacia delante y, en vez de replegarse, desplegarse. Yo seguía llamando e iba encontrando algunos candidatos para ocupar los puestos vacíos. Por otra parte tenía otro proyecto en la cabeza… y en el corazón.
En mis recorridos misioneros por los pueblos de la región me di cuenta de la situación desastrosa de la escuela rural. La enseñanza era nula desde los años de la Revolución… Los niños se encontraban entregados a la ociosidad más peligrosa y al vagabundeo más alarmante adquiriendo, en muchos casos, hábitos salvajes y bárbaros. La profesión de maestro de escuela, que para mí era la primera en importancia, era en aquellos pueblos que visitaba la última y la más despreciable.
Y como cuando veía a los niños y niñas abandonadas por las calles de Lyon sabía que el Señor me estaba enviando un mensaje, tomé una decisión: la próxima fundación será una escuela como las que tenían los Hermanos de las Escuelas Cristianas en las ciudades, pero en zona rural.
Pero de nuevo me encontré con algo que ignoraba. Pues nada, tocaba aprender. Conseguí unas Reglas de los Hermanos de la Salle y envié a un Hermano para que visitara una de sus escuelas para enterarse, sin que se dieran mucha cuenta, de su manera de actuar y de sus métodos educativos (¿un caso de espionaje “sui generis”?).
Pronto se me presentó la ocasión. En Monistrol había un colegio que estaba en la ruina, en todos los sentidos, y el obispo me encargó de ponerlo de nuevo en marcha y ¡me nombró Director! Y entonces descubrí el “organizador” oculto en mí. En poco tiempo el Colegio se puso de nuevo en marcha y junto a él un internado. Allí podían asistir tanto los chicos más necesitados que no podían pagar como aquellos que tenían mayores medios económicos para poder así mantener el Centro.
Un nuevo y prometedor camino se abría para mis Hermanos ¿Estarían a la altura de las circunstancias? ¿Podrían las escuelas abrir un futuro mejor para esa infancia tan golpeada de las aldeas francesas?