LA CHICA PROTESTANTE
En aquel colegio confesional de la selva amazónica ecuatoriana el destino me llevó a enseñar la materia de religión católica a un centenar de adolescentes. Dicha asignatura, compleja, descafeinada y poco atrayente para los estudiantes, resultaba aún menos apetecible para el cinco por ciento de colegiales protestantes que frecuentaban mis clases.
Uno de los más díscolos manifestó su descontento lanzando en el aula, estando yo de espaldas, un petardo fétido que nos apestó el ambiente durante toda la mañana. En otra ocasión, le pedí a un chaval que escribiera el avemaría y me replicó que esa oración no entraba en el repertorio de sus plegarias.
A los escolares que manejaban la famosa Biblia evangélica de Reina-Valera les recordé que esa versión de las Sagradas Escrituras había sido expurgada por el inefable Martín Lutero; consecuentemente, el día que yo les pusiera como tarea un estudio sobre cualquiera de los siete libros faltantes en dicha recopilación se iban a ganar unos ceros bien redondos y bien católicos.
No obstante, fue la inocente Nadia quien me tomó el pelo de la manera más chistosa. Para poner a prueba a los escasos discípulos luteranos del salón, les impuse como tarea que me dibujaran en su cuaderno los episodios de los Evangelios en los que la Virgen María aparece como protagonista: Nacimiento del niño, Adoración de los Magos, Presentación en el templo, Bodas de Caná, María junto a la cruz y la final Asunción de María a los Cielos. La ingenua, astuta o sorda pupila escribió en su libreta bien los nombres de todos los sucesos, salvo el último que rebautizó así : «LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIEGOS». Luego, ni corta ni perezosa, bosquejó la imagen de la Madre de Jesús subiendo al empíreo entre nubes y a un ciego con su bastón contemplándola extasiado. Entre risas y bromas, perdoné a mi amiga su intencionado desliz bíblico aunque rumiando para mis adentros esta conclusión teológica : «Los protestantes contemplan la verdad revelada desde la ceguera y la contumacia».