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JEREMÍAS
.
¿Quién sabrá explicar?
¿Quién entenderá mi corazón
“nada más falso y enfermo”?
A veces cardo en la árida estepa,
otras árbol frondoso en la ribera;
a veces desierto árido e inhóspito,
otras corriente de agua que fecunda y verdea.
¡Qué duros los profetas, pero qué acertados!
Yo tengo un corazón que te lo ofrezco
tal como es, corazón de hombre,
nada que ver con el tuyo sagrado.
Casi nada que ver porque sé
que en él habitas, te escondes,
a veces hablas en silencio.
Quiero darte mi corazón
destrozado y humillado
para que tú lo aceptes,
para que no desprecies mi insignificancia.
Cambia mi corazón de piedra,
modélame por dentro
con mano firme y vivificador espíritu.
Sólo así podré/podrás/podremos
ser y habitar el mismo Templo.
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