Hemos encontrado al Mesías
Juan 1,35-42
Éramos un grupo de amigos que nos había entusiasmado la persona y la predicación de Juan y habíamos recibido el bautismo. Una día, poco antes de las cuatro de la tarde, estábamos hablando con Juan: nos trasmitía sus sueños y sus esperanzas. De pronto vimos acercarse a un tal Jesús, que unos días antes se había también bautizado pero al que yo no conocía. Juan interrumpió la conversación, lo miró y después nos dijo: Mirad al Cordero de Dios. Yo no sé que pasó en nosotros pero fue como un resorte que nos lanzó a seguirle, así, sin más. Después de caminar detrás de él un tiempo se volvió hacia nosotros y nos preguntó: ¿Qué buscáis? Ese fue el momento decisivo de nuestra vida. Al principio nos entraron ganas de darnos media vuelta y salir corriendo, pero del corazón surgió una pregunta: Maestro, ¿dónde vives? Y él, sonriente, como si ya nos conociera de toda la vida nos dijo: Venid y veréis.
Dimos un largo paseo, nos mezclamos con la gente por las calles y en el mercado, nos sentamos un rato junto a nuestras barcas de pescadores, merendamos… Todo estaba muy rico pero lo mejor era la compañía y la conversación. Nos entusiasmó cuando nos habló de Dios y de su proyecto sobre los hombres, en particular para los más pequeños y olvidados. Le habíamos preguntado dónde vivía: nos dimos cuenta de que su casa era el corazón de Dios y el corazón de los hombres… Se nos pasó la tarde en un periquete. Cuando nos despedimos sabíamos que habíamos encontrado la oportunidad de nuestras vidas y que teníamos que comunicárselo a los otros.