La vida cristiana y por ende la vida consagrada es, por definición una existencia marcada a fuego, por amor. La vida de los tres aquí presentes evidencia una forma de seguir a Jesús cada cual con su don, gesto, matiz y presencia. Todo ello hace presagiar que en su momento fueron conscientes de Aquel que llama, invita, sostiene, cuida y exige.
El fin de semana pasado, el hermano Mariano, no sin trabajo y dedicación, recibió su Certificado o Título de Maestría y se le tomó juramentación ante sus hermanos para que lleve a buen término sus compromisos. Silvia, profesora de nuestro colegio de Mundaiz Ikastetxea (San Sebastián) dedicará su mes de vacaciones de agosto en el colegio Fe y Alegría 32, de Canto Grande. Deja la tranquilidad y descanso de sus vacaciones y encendida su lámpara se reviste con el delantal del servicio como dice el evangelio. Por otro lado, en la época en la que vivimos y donde todo cambia rápido, es de agradecer que el hermano Eusebio celebrara sus bodas de Oro de profesión y que según sus propias palabras hayan sido “50 años de entrega generosa”.
Tres gestos que interrogan, provocan, desconciertan y a nadie deja indiferente. Gestos que van más allá de la vía afectiva, desinteresada en favor de la realidad circundante y donde cada uno desarrolla su misión en favor de los demás. Gestos que se apoyan en los sistemas caórdicos, estando dispuestos, constantemente al cambio, consecuencia de la evolución de vivir en contraste con el entorno que les rodea.
Ojalá que estos tres gestos nos animen a “despertar” y a saber descubrir el tesoro escondido que todos llevamos dentro, asumiendo que descubrir ese tesoro escondido requiere un esfuerzo constante a fin de mantener vigilantes nuestras vidas un tanto adormiladas por tantos mitos interpretados literalmente a los que les falta conexión con la realidad.
Desde esta hermosa tierra peruana os invitamos a “salir de donde estamos” ya que se trata de abrir los sentidos y situarnos en otro espacio. Recorrer la vida no tanto desde el cálculo como de la sorpresa. Poner en tela de juicio no las seguridades del otro, sino las propias y percibir que es el Espíritu el que nos invita, en este tiempo de innovación, a una salida hacia la providencia, hacia lo incierto, hacia una inseguridad que sea lugar para poder iniciar otra experiencia. ¡Ametur Cor Jesu!
Mariano, Silvia, Eusebio