La semana santa 2019 para la comunidad del noviciado se desarrolló en el departamento de Huánuco, en Panao, siendo muy emotiva, especial y llena de enriquecimiento y conocimientos de la cultura “quechua”.
Cualquier experiencia de misión no resulta fácil y si se añade, personas provenientes de Brasil, Colombia y España, menos todavía. Es normal que al principio las propias costumbres y tradiciones, ocasionaran un cierto distanciamiento, ansiedad y nervios sobre todo en lo que íbamos a decir o cómo hacer. Ahora bien, pusimos la confianza en Dios y brotaron las palabras, los gestos y las acciones justas y necesarias desde el centro de nuestro ser, porque el Espíritu de Dios habló a través de nosotros. Nos fiamos de Jesús: “No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros”.
Y con esta ayuda y la cercanía de las familias nuestra ansiedad y nervios al entrar en sintonía con las personas, con el transcurrir de las horas, todo fue cambiando y entendieron la razón de nuestra presencia en esas tierras.
Además de Panao estuvimos en Molinos y Guarichaca. En ambas capillas nos sentimos arropados y queridos y la gente dispuesta a echar una mano en todo. Cada comunidad tiene su equipo de catequistas y colaboradores adultos.
Particularmente es una cultura rica de costumbres, de mucha tradición que se ve reflejada en las personas mayores. Destacar, sobre todo, la apertura y acogida a la gente extranjera y la iglesia, llena de prácticas significativas, hacen especial a sus gentes. Días en los que se llenaban las capillas por nuestra presencia, días donde se celebraba la pasión y muerte de Jesús, días donde se vivía el amor, la fraternidad y solidaridad, días donde palpitaban todos los corazones y sobre todo sentir a Dios en cada persona presente, celebrando la semana más importante para todo cristiano. Queremos reconocer el trabajo y el esfuerzo de cada uno de ellos pues nos hicieron ver al Dios vivo, resucitado en la persona de Jesús.
“Dios habla en “quechua” fue una de las palabras pronunciadas en los dos lugares al despedirnos y agradecer su acogida. Verdaderamente Dios salió al encuentro de nosotros en su hijo Jesús, pues como comunidad sentimos el amor de Dios y esta experiencia de misión es ese “Plus” que nos ayuda a seguir caminando hacia adelante para afrontar la misión que nos ha sido encomendada a través del carisma del Padre André Coindre: “ser testigos del amor de Dios en la formación de los niños y jóvenes, especialmente de los más necesitados”.
Ilusión no nos faltaba. Somos herederos del P. Coindre al que nos encomendamos para que nos inspire la palabra y el momento oportuno. Y ¿por qué salió todo bien y volvimos tan contentos? Muy fácil, porque al confiar en el Espíritu de Dios, que vive en nosotros, fuimos capaces, con nuestra presencia sencilla y cercana nos manifestamos tal cual somos, y siendo capaces de compartir con las comunidades quechuas la común ilusión de vivir la entrega por el Reino de Dios.