Estar
Me invitan en este foro a participar con una reflexión mensual en torno a la educación, nuestra misión… Y lo primero es poner un título genérico. Eso puede decir mucho, marcar una línea. Así quiero que sea, que dé pistas.
No sé si te suena: “El fondo del estanque” es el nombre del establecimiento educativo donde se desarrolla la acción de la película “Los niños del coro”. Si no recuerdo mal, lo pone en un gran letrero, delante de la finca y recuerda irremediablemente a la entrada de algún campo de concentración. La escena y el mismo nombre me parecen duros, dramáticos, hirientes… pero ayudan a situar.
En una ocasión, un grupo de alumnos y alumnas de Centro Puente, subieron a la ermita de San Guillermo, enfrente del pueblo de Obanos. El ermitaño, viendo que tenía público, insistió en explicarles algo de la ermita y de paso adoctrinar. Les habló del infierno. Preguntó a una alumna si creía en la existencia del infierno. La alumna respondió. “¡Claro, vivo en él!”. Sin duda hay que saber dónde estamos cada uno.
Tengo pocas pretensiones al escribir. No puedo más que repetirme y repetir a los demás. Me anima la necesidad de volver a “lugares comunes”, ideas esenciales, ideas de sentido… A los educadores, profesorado e instituciones con una historia en la educación nos están robando el discurso… nos están comiendo la tostada…Callamos, protestamos por los bajines, lloriqueamos, pero no hay un verdadero espíritu crítico, alternativo. Se repite hasta la saciedad la siempre invocada innovación educativa. Ahí están, bancos patrocinando vídeos de los nuevos predicadores de la educación y de la doctrina en periódicos que fueron de izquierdas. Multinacionales de lo digital, reyes de la nube, diciéndonos por dónde tiene que ir la educación… y el profesorado calla, baja la cabeza y come. Hablamos por debajo, para seguidamente comprar sus productos, reproducir sus discursos y sentirnos tranquilos por no perder el tren de la innovación.
¿No vale nada nuestro pasado? ¿No vale nada el saber de nuestra experiencia? ¿No tiene vigencia nuestra visión del humanismo cristiano? ¿No tiene sentido la defensa de la persona, sobre todo de la más necesitada? ¿Quién hablará, mirará, a los que quedan en el fondo del estanque? ¿Dónde estamos?
Hay una respuesta que me parece dura, pero cierta. Nuestro pasado no justifica nuestro futuro. Ni tan siquiera un pasado digno, bueno… en muchos casos ejemplar.
Lo verdaderamente novedoso, lo innovador hoy es ponerle rostro de persona a la educación. Concretar los valores importantes, los gordos, las virtudes decisivas, cuando el mercado quiere comercializarlas y el marketing quiere pintarlas de colores atractivos y superficiales. Ese tesoro lo hemos tenido en nuestras manos. Lo llevamos en las vasijas llamadas carisma, vocación y evangelio. Y si llevamos un tesoro, se nos debería notar en la cara, en la mirada y en el brillo de los ojos. De esa forma podemos parecer convincentes, creíbles, atractivos.
Hoy como nunca políticos de derechas y de izquierdas andan mangoneando lo sustancial, dejando vacía la actividad sagrada de la educación. El resultado es el hombre sin rostros, el más vulnerable y manipulable de los seres con cara de sentirse todopoderoso y libre. Políticos, comerciantes…nos han robado el discurso educativo, lo han dejado hueco, lo han adornado con sus eslóganes de cartelera en un refinado marketing, usando las más intensas palabras con colores llamativos… Nos han llevado al mundo del rumor, de la opinión cambiante y de la información amontonada; nos han alejado de la profundidad y de la sabiduría… y lo siguen llamando educación.
Y nosotros ¿dónde estamos?
Jesús Gallego