Esperanza activa.
De unos días a esta parte y tras la publicación de la encíclica Fratelli Tutti, he enconrado en numerosos foros, títulos que ofrecían el documento papal resumido en un decálogo, en unas líneas maestras y hasta en una corta lista de palabras.
No es que sea partidario de semejantes concreciones que, todo hay que decirlo, a veces sí que vienen bien, como en el caso que me ocupa y que lo resumiría en dos palabras: esperanza activa. Porque eso rezuma la última carta del Hermano Mark Hilton con motivo del presente Adviento.
La idea de la esperanza es el hilo conductor de toda la carta que en este tiempo difícil debido al Covid-19 está viviendo la sociedad en general y nuestro Instituto en particular.
El Adviento ofrece una esperanza, una luz nueva en medio de las tinieblas, un nuevo retoño que brotará del viejo tronco, nos dice el Hno. Mark.
Esperanza esa virtud serena, humilde y pequeña, frágil si queréis, pero vivificadora de la fe y de la caridad. Nada de pasividades en los que esperan activamente como Jesús nos ha enseñado, porque Dios, que todo lo puede, nos da la alegría de saber que Él trabaja con nosotros, prepara bienes invisibles que nos quiere regalar, y seguro que desea, aún más que nosotros, la salud para todos sus hijos en esta pandemia. Es en este fundamento donde basamos nuestra esperanza y no en nosotros o en nuestras pobres fuerzas.
Esta «verdad» nos ayuda en tiempos de tantas dificultades, cuando parece que las cosas se nos ponen en contra. Nosotros nos mantenemos esperanzados, firmes y fieles, con la mirada fija en lo que vale para siempre y que no pasará jamás. Porque de hecho, nuestra esperanza es una Persona, Cristo.
Esta actitud esperanzada es la que necesitamos. Sembrar esperanza en medio de la pandemia, en estos campos, como en otros que cada uno puede estar viviendo con dolor: en nuestra misión de educadores, carencias y dificultades en nuestra vida de comunidad o en nuestras familias, enfermedades que son duras de soportar, cruces pesadas o heridas nunca suficientemente curadas… Es esta realidad de pecado y de dolor que Cristo viene a hacerla suya, naciendo en medio de nosotros.
Jesús se dirigió a sus discípulos en muchas ocasiones para enseñarles que la esperanza en tiempos de dificultad no es una utopía, es una verdadera realidad que se debe construir y para ello, les instruye en las cualidades que son necesarias para esperar un mañana mejor.
– El verdadero discípulo no se deja absorber por los afanes del mundo: trabaja, estudia, construye, pero al mismo tiempo todo lo hace con la vigilancia del que cree, por eso no es un alienado de las cosas pasajeras.
– Acepta que es un ciudadano del mundo pero con visión de un futuro por construir desde el presente. Nuestro reino no es de este mundo por eso trabaja, estudia, descansa, pero siempre pensando con esperanza porque las tristezas del presente no podrán con el proyecto de felicidad que tenemos en nuestro corazón.
Sin esperanza no se puede vivir. Uno no se muere cuando le falla el pulso o se le para el corazón, sino cuando “ya no espera nada de la vida”. “Mientras hay vida hay esperanza” es el dicho popular. La esperanza es “lo último que se pierde”
Se trata de vivir con esperanza y dando esperanza. Pero eso no es fácil. Porque en toda espera se está expuesto a confundir, a tergiversar los datos, bien por la impaciencia de conseguir lo esperado o por la desesperación de no conseguirlo, por eso se requiere la lucidez que Jesús recomienda en el Evangelio. Hay esperas sin esperanza y esperas con esperanza.
Que la cita que nos trae el Hno. Mark en su carta «el futuro no es un lugar hacia el que nos dirigimos, sino que nosotros mismos creamos. No se trata de encontrar los caminos, sino de trazarlos» sea el leitmotiv de cada Hermano en particular y de cada comunidad educativa en general.
Para terminar una recomendación. Si has leído este comentario no dejes de tomar la carta del Hermano Mark y meditarla en una rato de oración. Te resultará mucho más sabrosa.