El nacimiento de Andrés Coindre
Lyon 1787. No era el mejor año para venir al mundo. Tampoco el mejor lugar. Los días se sucedían entre manifestaciones y revueltas. La subida del precio de los alimentos, sobre todo el pan, había quebrantado cualquier forma de pacto social. Volvían a verse en las calles terribles escenas provocadas por el hambre: niños famélicos pidiendo en las puertas de las iglesias, jóvenes muchachas dispuestas a cualquier cosa para llevar algo a sus casas, hombres de mirada torva desocupados en las calles y en las plazas. Cualquier observador medianamente atento se habría dado cuenta de que se estaba formando un polvorín que iba a estallar en cualquier momento. Para colmo de males, la fabricación de tejidos de seda, principal negocio de la ciudad, se había derrumbado. Nadie pensaba en encargar un tejido de seda para embellecer su casa o hacerse un vestido, o un traje, porque la economía de lo accesorio había dado paso a la economía de lo imprescindible. […]