El muchacho epiléptico
Marcos 9, 14-29
En nuestra familia teníamos un gran problema: nuestro hijo padecía una terrible enfermedad. De vez en cuando poseído por un espíritu diabólico, sufría violentos ataques que lo ponían al borde de la muerte. Le veíamos sufrir y nos sentíamos impotentes para hacer nada. Habíamos acudido a médicos y exorcistas, pero sin ningún resultado. En el barrio todos nos evitaban. ¡Tenían miedo al contagio! Y nuestro hijo seguía enfermo, y nuestro hijo no tenía amigos.
Habíamos oído hablar de Jesús, no con mucha fe, y acudimos adonde dijeron que se encontraba. Nada se perdía por intentarlo otra vez. Nos recibieron sus discípulos que intentaron curarle mediante sus exorcismos, pero no lo consiguieron. Casi termina todo en una batalla campal. En ese momento se presentó Jesús. Todos se quitaban la palabra para explicarle lo que sucedía. Se acercó a nosotros y nos preguntó todos los detalles de lo que le sucedía a nuestro hijo. Nosotros le pedimos que se conmoviera de nosotros y de nuestro hijo. De pronto se puso a rezar. Su rostro se transfiguró y era como el resplandor de la ternura de Dios. El ataque del chiquillo cesó y se quedó como muerto. Y eso es lo que pensamos todos. Pero Él seguía rezando. Lo tomó de la mano y … ¡nuestro hijo se levantó!
El muchacho está curado. Jesús nos ha enseñado a confiar en el amor de Dios, a rezar y a tener un corazón compasivo cuando veamos a alguien que está necesitado.