El leproso
Marcos 1,40-45
Yo era un leproso, excluido de la vida social y religiosa. Dios, decían, me había castigado por un gran pecado cometido por mí o por mis padres, o quizás algún otro antepasado. Mi vida estaba marcada por la muerte y la desesperanza.
Jesús se acercaba con su grupo. De pronto sentí valor para llegar ante ellos, cosa que estaba completamente prohibida. Todos retrocedieron asustados, pero Jesús se acercó todavía más y sentí su mano sobre mi cara. ¡Hace tanto tiempo que no sabía lo que era una caricia! Y con su cariño entró en mi cuerpo la curación.
¡Ya no era un leproso, un contaminado, un excluido! ¡Era una persona! En ese momento supe que Dios siempre me había querido, que lo del castigo se lo habían inventado los otros.
¡Cómo voy a callarme! Voy a decírselo a todos.