El Hermano del Sagrado Corazón
Nuestra vida puede ser comparada con una escuela, que estamos llamados a frecuentar durante toda nuestra vida. En efecto, tener en sí los sentimientos del Hijo quiere decir entrar cada día en su escuela, para aprender de Él a poseer un corazón manso y humilde, valiente y apasionado. Quiere decir dejarse educar por Cristo y ser atraído por Él, corazón y centro del mundo, eligiendo su misma forma de vida.
“Tener los mismos sentimientos del corazón del Hijo” ese es el objetivo de la vida de un hermano, de un educador corazonista, su mayor deseo.
Sin duda has visto el espectáculo de los fuegos artificiales. Sube el cohete, de pronto estalla y de un único foco de luz surgen cuatro o cinco, y de estos, otros tantos… y así sucesivamente hasta que todo el cielo se llena de su resplandor. Algo así ocurre cuando se dice cómo es el corazón del hermano, del educador corazonista. Como una sinfonía de luz se va abriendo el panorama de ese corazón, formado en la escuela del corazón, en la escuela de Jesús: Nuestra vocación corazonista encuentra la fuente de su inspiración y de su crecimiento en el Corazón de Jesús.
Así podemos decir que el sueño de un corazonista es tener un corazón…
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Manso, humilde, misericordioso…aprendemos en la escuela de Jesús las virtudes fundamentales de su corazón: humildad, mansedumbre y misericordia.
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Entregado, comprometido y comprensivo… nuestra entrega, marcada de respeto, gratuidad y misericordia, hará presentir la solicitud de Cristo hacia los hombres.
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Tierno y accesible… la pobreza de corazón nos abre a la ternura de Cristo.
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Sencillo, acogedor, fraterno, respetuoso y gratuito… accesibles y acogedores hacia todos, nos dispone al respeto de cada persona en su propio crecimiento y vocación única.
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Solícito y fiel… como María en su ofrenda total, vivimos nuestra consagración en la alegre esperanza y el agradecimiento por la gracia de nuestra vocación. La Virgen María será siempre el modelo acabado de la fidelidad.
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Oyente y servidor… queremos estar a la escucha y al servicio de nuestros contemporáneos, que no cesan de interpelarnos. Preocupados por su felicidad y por su salvación, nos hacemos presentes a ellos desde el Corazón de Jesús.
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Fraterno… un espíritu de caridad nos caracteriza. Este espíritu se manifiesta por la sencillez, la acogida y la fraternidad, cada uno se siente amado por lo que es.
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Enamorado… entregamos nuestro ser a la persona amante de Cristo, preferido a todo.
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Pobre y débil… nos sabemos amados por Dios en nuestras limitaciones e incluso en nuestros fracasos. La experiencia de nuestra pobreza personal nos hace más sensibles a las miserias espirituales y materiales de los demás.
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Resumiendo… en nuestra vida es testimonio del espíritu de las bienaventuranzas, nos esforzamos en manifestar en todo el abandono de Jesús a su Padre y de la solicitud del Corazón de Jesús por el mundo.