EL “CÓMO”…TAMBIÉN
Me sorprende la poca destreza y simplonería que desprenden esos anuncios de colegios, institutos, academias y centros universitarios que presumen de una metodología innovadora…trabajo por proyectos, nuevas tecnologías u otra cualquiera. Una reducción al ridículo. Un centro educativo, si tiene que presumir es de muchas o todas las metodologías…
Lo que roza el escándalo y da mucho que pensar son esos procesos de innovación educativa iniciado por muchos centros, con su correspondiente bombo, platillo y gasto económico…y que termina en la aplicación de las mismas metodologías que otros centros educativos colindantes. Es más…todos terminan en lo mismo. En lo que parece ser el único camino, el pensamiento único… donde o estás, o no eres.
Rascas un poco, lees y resulta que ya todo estaba escrito. Los gurús con nombres en inglés y las multinacionales de lo único ya habían tenido el descaro de dictar lo que había que hacer para que lo educativo parezca nuevo. Eso, parezca nuevo…aunque necesariamente no sea educativo. Si hay quien cree que exagero que rebusque en la bibliografía de Marc Prensky; o más fácil, que en los panfletos que en otra época fueron periódicos lean lo que se escribe al respecto, sobre todo cuando está patrocinado el artículo, con todo descaro, por Samsung, por Microsoft o cualquiera de las otras del rango que pululan en lo mismo.
Y si pululan en estos temas es que hay interés o dinero, o las dos cosas.
No, no soy un criticón de la innovación, ni un seguidor de conspiraciones sobre los grandes capitales en la vida de los humildes ciudadanos. Voy por otro lado. Y es éste. La metodología es una responsabilidad y una labor del educador, del equipo de profesores y del centro…no de terceros. Y se nos está apartando de ello, insultándonos como siempre de carcas, de asentados en el pasado y de poco formados. Y con el castigo correspondiente: interminables reuniones que no llevan a nada, burocratización, realización de programaciones que nadie recuerda, protocolos imposibles, registros, informes, actas…y video promocional. Retirarnos del cómo educar para distraernos en los envoltorios, entretenimientos y comisiones de festejos.
Y el colectivo de profesores, (según un famoso escritor, el colectivo profesional más llorón), en un eterno festejo del desorden, se renueva por fuera y termina…en crisis de su oficio y en la traición a su vocación. Qué lejos queda esa reclamación de los años 90 de la autonomía del centro, del equipo educativo y del profesor. Hemos vendido esa autonomía y gran parte de nuestra autoridad moral por una tablet. Y entramos al aula poniendo nuestra mirada en los cables de conexión del ordenador de aula en lugar de ponerla en los ojos de nuestro alumnado.
¿Y qué hacer? Adoptar una postura más analítica, crítica y proactiva (de aquí la necesidad de formación). Y ponerles otra mirada a lo que se nos propone o impone. No toda innovación es educación. Si María Montessori levantara la cabeza y viera todo lo que se atribuye como de su autoría, se parte de risa o se muere del susto. Las metodologías colaborativas y de trabajo basado en proyectos (de dudosa innovación cuando hace cien años que se ideó en la universidad de Columbia por William Heard Kilpatrick) chirría en su aplicación en una sociedad de competidores, en un sistema que se llega por oposición a los demás y en unas aulas en que se clasifica y se puntúa de forma sistemática.
Y la metodología que no soporta el más mínimo análisis desde una perspectiva humanística y de bien común es la gamificación (ludificación). Esta supuesta metodología, de indudable efecto motivador y brillantes resultados se basa en reproducir los principios del videojuego: la fragmentación, la compensación continua e inmediata y la competición (vamos, ratas en un cajón de laboratorio).
Otra tarea para hacer: reclamar la innovación como propia (quitársela a los usureros de la educación) y aplicarla en nuestro centro y en nuestra aula. Sí, innovar en el cómo ejercemos la vinculación, el afecto en cada acción educativa, en el trato con cada alumno, con cada alumna… innovar en cómo en esta sociedad descarnada ponemos el corazón en todo…no solo en la cartelería.
Tenemos que innovar la palabra y con la palabra, en un mundo en que todo nos lleva solo a la imagen, donde la comunicación quiere volver a ser primaria, a base de emoticonos y simplista…
Tenemos que ser muy listos, formarnos muy bien e innovar en cómo ponemos interés, motivación y seducción en nuestra forma de tratar y de enseñar. Sí, seducción… hoy más que nunca. (Aprendimos con los maestros/as que nos sedujeron y son los que recordamos). Recibimos un alumnado en la enseñanza obligatoria con la curiosidad, la facultad de descubrir y de admirar atrofiadas por la hiperestimulación y las prisas de la sociedad, el sistema y los padres y madres, para que sus hijos sean los más listos. A ver cómo motivamos en estas circunstancias…y como seducimos. (Vuelve a leer “Mal de escuela”…Los zoquetes se merecen oportunidades).
En el cómo también está el sentido y nos jugamos nuestro ser educadores, nuestra coherencia y la fidelidad a nuestra vocación educadora. En el cómo también está nuestro ser.
Jesús Gallego