DULCE CAUTIVERIO
Viniste como un rayo de sol entre la niebla
hasta la oscura aldea de mi indiferencia,
donde yo sobrevivía, entre tenso y tranquilo,
viendo entre las sombras la huella
de mis soledades. Y poco a poco abriste,
sin que yo lo notara, mi muralla egoísta
y entraste en mi castillo. Y yo no lo quería,
aferrado a la monotonía, por miedo al cambio.
Casi sin enterarme, todo fue muy distinto,
mi carne enamorada y el corazón cautivo,
compartiendo contigo mi casa y mi alimento.
¿Por qué me quieres tanto? ¿Por qué me has elegido?
Me retiene tu luz, no puedo huir sin rumbo,
me siento condenado a abrazarme a tu yugo.