Del sermón sobre el amor de Dios
- ¡Qué crimen no amar a Dios! ¡Qué dicha amarlo! ¡Oh, vosotros, los verdaderos amigos de Dios, cuán felices sois! La dicha habita vuestra alma en esta vida y tras vosotros dejaréis unos hijos bendecidos por Dios.
- Dios desea tanto vuestra dicha, vuestra felicidad, que prodiga los beneficios y las promesas; y, cuando unos y otras no bastan para haceros fácil, agradable y deliciosa la vía de su amor, os muestra muy de cerca los precipicios a cuyos bordes os hace subir y en los que caeréis si no sois todo fuego, todo amor, para el que es principio y fuente del amor.
- El que está inflamado de amor no encuentra nada penoso: ni los ardores del fuego, ni el filo de la espada, ni las desgracias de la pobreza, ni las angustias de la muerte.
- ¡Oh, Dios mío!, único objeto de mi amor, yo te amo, te amaré, tu amor estará siempre en mis labios. Yo no quiero pensar más que para él, respirar sólo por él, vivir y morir por él, y ojalá me fuera posible grabarlo en todos los corazones.
- Que todo un Dios haya amado a los hombres hasta sacrificarles la gloria, el honor y la libertad de su Hijo, es decir, que haya entregado lo que tenía de más querido, de más preciado, de más grande por el amor de una criatura tan limitada, de algo tan insignificante como el hombre, es un prodigio que asombra a los mismísimos ángeles.
- Es asombroso que nosotros abandonemos al gran Dios y prefiramos nuestro oro, nuestros amigos, un poco de humo, un poco de nada antes que la amistad eterna de aquél que sólo nos ama para hacernos felices.
- ¡Oh, qué feliz es el que mucho ama!: muchos pecados le son perdonados. ¡Oh, cómo lo sintió la Magdalena cuando, a los pies de su Maestro, con un corazón totalmente abrasado, lanzó unas palabras tan penetrantes sobre el corazón de Jesús que su boca se abrió entonces para decirle: «Magdalena, porque mucho has amado, muchos pecados te son perdonados»!
- Si queréis ser felices, no os diré sino una palabra, el consejo más fácil para vuestro corazón: amad a Dios y amadle mucho. Vuestro corazón ha salido de las manos de Dios; si no late por Él, ellas lo marchitarán, lo desolarán; sus llamas han salido del seno de Dios y allí deben volver.
- Vuestro corazón es el cauce de un río, cuyas aguas deben regresar a su fuente si no quiere quedarse seco y árido. Es un hogar, cuyas llamas deben subir a lo alto si no quiere verse sofocado. En vuestro corazón es donde reside toda la felicidad de este mundo y el amor divino es el que constituye todas sus castas delicias.
- Mi corazón ha permanecido tanto tiempo estéril y jamás podrá recobrar el tiempo perdido. ¡Ah, pues se acabó!: ya que el final de mi carrera está cada día más cercano, quiero amarte sin demora y sin medida. Quiero amarte por el pasado, quiero amarte por lo que me resta de vida, quiero amarte en el tiempo y en la eternidad. Amén.
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