De diversos sermones sobre la Virgen María
Mis queridos hermanos:
Si nosotros, hijos adoptivos, hemos recibido tan excelsos bienes, qué diremos de las gracias que Jesús ha comunicado a su Madre con tanta profusión.
Jesús salva las almas, María coopera porque ella ha dado su consentimiento. El cielo y la tierra están a la espera. Dios y la naturaleza están en suspenso: un ángel le viene a anunciar la gran obra de la Redención. Por eso le decimos: ¡Consiente, Virgen Santa, porque si no estamos perdidos!
María es nuestra abogada, nuestra mediadora entre su Hijo y nosotros. Recoge nuestros buenos deseos y los presenta ante Dios. Imaginaos esta madre tierna y cariñosa, en medio de la asamblea de los Cielos, llena de esa alegría de la que Jesús nos hablaba al referirse a la conversión de un pecador.
Vosotros, los que sufrís, alegraos. María mira con respeto vuestros dolores que os asemejan a su Hijo. Vosotros, los que penáis, sois los dignos hijos de la Madre de los afligidos. Ella se interesa por vosotros y ofrece continuamente ante Dios vuestros méritos.
Por las oraciones y por la caridad de María, se confirma la fe de los discípulos, porque por su intercesión Jesús hizo el primer signo, en Caná de Galilea. Venid a protegeros bajos las alas de la caridad materna de María. Ella está en el Calvario con el Discípulo Amado, ella va a convertirse en su madre y la madre de los que son fieles en el camino.
¡Oh bienaventurada María, oh tierna María, eres nuestra Madre! ¡Somos tus hijos! Nuestros gritos, nuestras lágrimas serán siempre escuchados.