Cuestión de fe
Nada perturbaba el silencio en el aula del noviciado de Paradis. Una veintena de jóvenes novicios se dedicaban al estudio, sin hacer el menor ruido, cada uno sumergido en el pequeño libro que tenía frente a sus ojos. El sol del atardecer incidía directamente sobre las ventanas, inundando la estancia de un chorro de luz con partículas en suspensión.
Algo pareció moverse cuando se oyeron unas leves pisadas en el pasillo exterior de la clase. La figura del Hermano Policarpo apareció primero a través de las cristaleras que daban al pasillo y, después, abrió la puerta para mostrar una enorme e interminable sonrisa. Para entonces, todos los jóvenes ya se habían levantado y esperaban, respetuosamente, de pie junto al pupitre. […]