CORAJE Y CONFIANZA
¡Coraje y confianza!, fue el lema de toda mi vida. Cuando todo parecía perdido, cuando peligraba la continuidad del “Piadoso Socorro” se me ocurrió una idea genial. Fundaría una Congregación de Hermanos que asegurara la continuidad de la obra emprendida, Hermanos que estuvieran inflamados por el fuego del amor del Corazón del Señor y, a la vez, de los sentimientos de mansedumbre y humildad de ese mismo Corazón. ¡Verdad que fue una buena idea! Estaba convencido que detrás de todo estuvo el Señor haciendo de la suyas. Había que ponerse a trabajar de nuevo y encontrar a “mis Hermanos”. Empecé por los educadores del Hogar, Antonio y Guillermo. Les propuse a los dos mi proyecto. El primero se asustó y salió pies en polvorosa, el segundo me dijo que le diera una semana para pensarlo. Qué alegría cuando su respuesta fue que estaba dispuesto. La primera cosa que se me ocurrió fue darle un gran abrazo. ¡Ya tenía uno! Tenía 20 años y era tejedor de oficio pero con buenas dotes para la educación.
Ahora todo consistía en buscar el siguiente. Después de mucho buscar encontré otros dos jóvenes, Claudio y Francisco, de 22 y 18 años que eran maestros. Se me olvidaba, uno cojeaba y el otro era manco… En una de mis misiones me encontré, en un pueblo llamado Valbenoîte, con un grupo de siete que sin ser religiosos vivían en comunidad bajo la dirección del párroco. Eran un poco mayores que mis “tres”, incluso había un viudo de 40 años con una hija que había ingresado en un convento, pero estaban ilusionados para trabajar con los niños pobres. El párroco aceptó juntar los dos grupos. ¡Ya éramos diez! Para mí ese número mágico de “diez” era la señal que podía empezar.
Les cité a todos en Lyon para comienzos de septiembre. Después del primer contacto les dirigí unos Ejercicios Espirituales y el 30 de septiembre, de mañanita, nos dirigimos al Santuario de Nuestra Señora de Fourvière, la Patrona de Lyon, para celebrar la eucaristía bajo la mirada amorosa de la Virgen. Después de la comunión los “diez” se comprometieron a ser Hermanos de los Sagrado Corazones de Jesús y de María (ese fue el primer nombre de los Corazonistas). Volvimos a nuestra Casa. ¡Hubo un desayuno especial! A continuación dividimos el grupo en dos: cinco se quedarían en Lyon y otros cinco irían a Valbenoîte para fundar una nueva Providencia. Todo parecía que había comenzado bien, a todos les veía contentos. ¡El Señor me había dado Hermanos! A veces me preguntaba si solamente con diez el proyecto de mi Congregación podría seguir avanzando.