CLAUDINA THÉVENET
Queridos amigos y amigas:
Cuando yo conocí al Padre Coindre ya había cumplido los cuarenta años. A los pocos días de su llegada a la parroquia me lo encontré llamando a las puertas de mi casa con un regalo muy original: dos niñas huérfanas y abandonadas. Me pidió su colaboración y allí comenzó una relación que iba a marcar definitivamente nuestras vidas. Conjuntamente decidimos crear una asociación de señoritas seglares que, al mismo tiempo que ayudaba a la vida cristiana del grupo, aseguraría la obra -la Providencia- a favor de las huérfanas. Así nació la “Pía Unión del Sagrado Corazón”.
Hay una fecha importantísima en mi vida: el 31 de julio de 1818. Por la tarde el Padre Coindre presidía una reunión. Al comenzar, sin preámbulos, dijo: “Para cumplir los designios de Dios sobre vuestra Asociación es preciso que, sin dudas ni dilaciones, os reunáis en comunidad”. El Padre Coindre, sin darnos tiempo a comentarios, empezó a exponernos las líneas generales del proyecto. Luego se dirigió a mí diciendo: “Dios ha ido preparando los caminos y ha señalado a Claudina Thévenet para llevar adelante la empresa”.
La relación con el Padre Coindre fue muy especial. No se trataba del Fundador que consideraba como suya la Obra y que se hacía omnipresente, decidiendo todo y dejando a las religiosas, como eternas menores de edad. Andrés nos dio el primer impulso pero puso toda su confianza en nosotras, particularmente en mí, y nos dejó volar. Nos visitaba, me escribía continuamente, pero las decisiones las teníamos que tomar nosotras. El fue el que nos consiguió los permisos necesarios que a nosotras solas nunca nos lo hubieran concedido.
Si me preguntan qué aspectos podría destacar de su persona yo destacaría: su ardiente amor a Dios, su celo apostólico, su corazón compasivo hacia la juventud e infancia abandonada, su capacidad organizativa, su dejar hacer y su confianza en las personas, su humildad, su amor a la Iglesia a pesar de todas las zancadillas recibidas, su capacidad de escucha.