Carta XXIV. La carta «cuaresmal» del Padre Coindre
Tal día como hoy, hace doscientos años, el Padre Coindre se encontraba en Pont-de-Vaux, un pueblo de unos 2000 habitantes situado al norte de Lyon, muy cerca de Bourg-en Bresse, la ciudad donde nuestro fundador había comenzado su carrera sacerdotal como coadjutor. La Misión de Pont-de-Vaux se desarrolló durante toda la cuaresma y el Padre Coindre predicó el miércoles de ceniza. Nos gustaría ofrecer a los lectores el texto de ese sermón cuaresmal, pero desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros, como la inmensa mayoría de sus discursos sagrados. En la mayor parte de los casos sólo nos quedan anotaciones y párrafos que no llegan a formar un sermón completo. Es lo que conocemos como las Notas de predicación.
Existe, sin embargo, un texto del Padre Coindre que es típicamente cuaresmal. Miren lo que dice:
No soy sino polvo y ceniza. ¿Por qué enorgullecerme? Debo sentirme polvo y ceniza ante mis propios ojos, polvo y ceniza en mi sustancia corporal, sea cual fuere su configuración. Y ¿qué es mi alma? Está llena de ignorancia, imprudencia, veleidad, temeridad, debilidad, orgullo, celos, susceptibilidad, en una palabra, de toda clase de miserias; y si no las tengo en grado máximo, las tengo en sus inicios y experimento en ocasiones sus funestos efectos. Debo, pues, ser despreciada: es de justicia. Mi vida está escondida en Dios, escondida en el seno de su gloria; que esté pues también oculta al mundo, a mis Hermanas y a mí misma; que no me deje ver más que a mi Dios, y que me introduzca tan íntimamente en su seno que no puedan seguirme allí los ojos de los mortales y que los míos estén de tal modo fijos en el objeto de mis afectos que la vanidad no los desvíe nunca de él.
Es un párrafo de la carta XXIV. No conocemos la fecha concreta de esta carta, pero la tradición la coloca redactada y enviada a principios del año 1826, con el Padre Coindre ya instalado en Blois. Fue dirigida a las Hermanas de Jesús-María y su contenido hace pensar que estuvo pensada para animar una vivencia radical de la cuaresma. Creemos que hoy se puede leer, fuera de las expresiones ligadas a la época, con el mismo aliento incandescente que quería arrasar el mundo para fundirlo con el evangelio.