Carta a un Hermano tentado de abandonar su vocación
Morada del Padre…
A mi querido Hermano… :
Hace ya bastantes años escribí una carta al Hermano Luis, que estaba pasando por una profunda crisis y había tomado la decisión de abandonar el naciente Instituto. Al conocer tu situación he vuelto a dar un repaso a aquella carta que utilicé en casos parecidos al tuyo. La verdad es que el lenguaje y algunas de sus ideas me han parecido un poco anticuadas y poco adaptadas al mundo de hoy. Por eso he decidido adaptarla un poco. No obstante me parece que en su conjunto sigue siendo válida, sobre todo porque está escrita con mucho amor. Ya perdonarás si no domino mucho el aspecto psicológico del problema, cosa que considero importante y que no hay que despreciar, pero que yo no domino mucho. Esa faceta psicológica la podrás encontrar en otros medios a tu alcance y será bueno que te sirvas de ella. Pero, ¿pueden reemplazar a las palabras cariñosas de un padre que te quiere desde lo más profundo del corazón?
Leyendo el libro del Eclesiástico, me encontré una vez con esta frase (9,12): “Como los peces pican en el anzuelo y los pájaros caen en la red, así son atrapados los hombres por la adversidad, cuando viene de improviso sobre ellos”. Estas palabras me hacen pensar en ti. Tú también te encuentras en estos momentos, sin saber cómo, en una especie de “trampa” y no sabes cómo escapar de ella.
En primer lugar te invito a no perder la calma y a acudir con confianza al Señor. En vez de abandonar los momentos de oración, abre a menudo el libro de la Sagrada Escritura. Seguro que recibirás algunas pistas que te iluminen en estos momentos de oscuridad. Por ejemplo, en el versículo 14 del segundo capítulo de la primera epístola de San Juan puedes leer: “Os escribo a vosotros, jóvenes, que sois valientes, y la Palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno”. Escribía a los jóvenes de la Iglesia primitiva que no se habían dejado seducir, y añadía estas recomendaciones que pueden proponerse de una manera especial a los Hermanos que, como tú, están pasando por un momento de discernimiento de su vocación: “No améis el mundo ni las cosas mundanas. El amor del Padre no está en el que ama el mundo. Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ostentación, no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente”. Quizás estas palabras no sean muy agradables a nuestros delicados oídos, pero están llenas de verdad.
Es muy simplista atribuir a una sola causa una crisis vocacional, pero tenemos que ser sinceros y no intentar autojustificarnos. Reconozcamos que, en muchos casos, Dios ha ido perdiendo lugar en nuestro corazón y su plaza ha sido, poco a poco, ocupada por los valores del “mundo”.
No busques en la tierra tesoros que los ladrones roban. Levanta tu corazón y tu mirada hacia el Traspasado; y, si tus problemas no van a solucionarse de modo mágico y automático, quizás encontrarás en el Corazón roto y abierto de Jesús un camino a recorrer.
En estos momentos estás tentado a buscar muchas razones y a darle muchas vueltas a la cabeza. Quizás intentes justificar con argumentos tu decisión de romper los compromisos que un día prometiste guardar durante toda tu vida. Te invito a aprender la ciencia de la salvación: toda otra ciencia puede resultar peligrosa. El Sabio dice: “En el mucho saber hay mucha pasión y enojo, y quien acumula ciencia, acumula trabajo.”
No te vanaglories de tus propias fuerzas: con sus impulsivos arrebatos y sus empujes impetuosos, quiere llevarse todo por delante. Afronta el problema con humildad y no te preguntes una y otra vez el porqué te ha tocado a ti. El Señor no te quiere “perfecto” en tu vocación de Hermano, te “quiere” a ti. Acude en estos momentos a aprender en la escuela de Jesús manso y humilde. Quien más, quien menos, todos en un momento hemos tenido que afrontar una crisis vocacional. Son momentos difíciles y dolorosos. Pero son también momentos de gracia: “La gracia está en el fondo de la pena y la salud naciendo de la herida”.
No rechaces los buenos consejos, déjate acompañar. Queda muy dispuesto a dejarte ayudar, pero sabiendo siempre que la respuesta es personal y que nadie puede dar un paso por ti.
Te invito a leer en estos momentos tu Regla de Vida; quizás la tienes un poco olvidada. Yo la considero como el “sueño de Dios” para los Hermanos del Sagrado Corazón. Un día te comprometiste a vivir el proyecto de vida que en ella se contiene. ¿No habrá llegado el momento de “recuperar el primer amor”? La Regla es un proyecto comunitario y para hacerlo realidad tú eres una persona importante y… ¡ tienes tantas cosas que aportar!
Por tanto, lejos de olvidarla, “llora de alegría” por tener una Regla que no se acomoda al espíritu del mundo, sino que dimana del amor del Padre de los Cielos; aprecia tu vocación y, superando la tentación de abandonarla, asómbrate de que el mismo Dios haya elegido a un “pecador” (puedes estar contento porque en tu situación eres una persona muy importante para Él), para trabajar en su obra, para formar niños y jóvenes redimidos con su sangre; siéntete feliz de poder trabajar por algo más que por un “mundo que pasa”. Como dice San Juan, el mundo pasa; sus días son diferentes unos de otros, los años se suceden, el llanto sigue al gozo, la desgracia a la felicidad. El “mundo” -ese “mundo” que a veces nos atrae con tanta fuerza”- es como una figura hueca, voluble, liviana, que se lleva el viento; como una sombra que se disipa. Para los “mundanos” todo es cambio y antojo: en la edad madura no quieren lo que amaron en la juventud, ni en la vejez lo que amaron en la plenitud de la vida; nada les satisface en ninguna etapa de su vida, ni en ningún estado de vida; hoy no desean ya lo que anhelaban ayer. No encuentran nada que les llene el corazón.
Y cuando hablo del “mundo” no me refiero a ese mundo que Dios ama con locura y al que tú has sido enviado como mensajero del Amor que no tiene fin. Me refiero a un “mundo” donde los valores del evangelio han sido suplantados por los del egoísmo, la búsqueda del placer fácil y la injusticia.
Qué más podría añadir en estos momentos? No sé cuál es el camino que vas a tomar. Hagas lo que hagas, cuentas con mi apoyo. Sólo te pido una cosa: busca ante todo la voluntad de Dios: “El que hace la voluntad de Dios permanece eternamente”. La hace en la juventud, la hará en la edad madura y en la vejez, si llega. No será inconstante. Su alimento es hacer la voluntad de su Padre celestial esté donde esté.
Una última cosa. Te invito, antes de tomar una decisión definitiva, a renovar otra vez tu profesión. En presencia del Señor recuerda aquellas palabras que un día dijiste:
En respuesta al amor del Corazón de Jesús
y para una mayor disponibilidad en la Iglesia, yo,
me consagro a Dios en presencia de mis hermanos.
Hago a Dios los votos de castidad, pobreza y obediencia para toda mi vida,
según la Regla de vida de los Hermanos del Sagrado Corazón.
Y después, “haz lo que quieras”, haz lo que Él quiera…
Te invito a pensar en todas estas cosas que espero puedan ayudarte en estos momentos de tu vida. Ya sé que los “argumentos” y las “palabras” no sirven mucho en momentos de crisis. Pero cuenta con el apoyo incondicional de mi cariño y de mi oración. Sobre todo deseo tu felicidad. Es el más afectuoso de los padres quien te saluda
Andrés