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CARISMA Corazonista.

El P. Andrés Coindre se conmueve ante la situación de las dos niñas que encuentra bajo el porche de la iglesia Saint-Nizier y su puesta en práctica del Evangelio le conduce a preservar a los niños de los peligros de la calle y abrirlos al amor de Dios. De su carisma, en 1821, nació el Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón, dotado de un dinamismo en el que la espiritualidad fecunda la actividad apostólica y viceversa, en el que la comunidad empuja al compromiso apostólico y el compromiso apostólico potencia la comunidad, en el que la espiritualidad aviva la comunidad y la comunidad fomenta la espiritualidad.

La espiritualidad es la relación con Dios, en la cual adquieren sentido nuestras vidas y nuestra misión. No es algo lejano a nosotros, sino que es la experiencia más íntima y personal que se puede tener. Dios nos habla a través de su Palabra, pero también de los acontecimientos cotidianos y de las personas, si llevamos todo eso a la oración.

La espiritualidad del instituto brota de la contemplación de Cristo, cuyo corazón abierto significa y manifiesta el amor trinitario a los hombres.
Regla de Vida, Art. 14

COMUNIDAD.

La consagración a Dios como hermano no es un camino solitario, sino en comunidad. Un signo muy particular de nuestro carisma es la fraternidad. Descubrimos quiénes somos realmente y qué quiere Dios de nosotros cuando nos abrimos al hermano y junto con él buscamos a Cristo. Somos presencia de Jesús-hermano que camina al lado de cada persona, con cercanía y sencillez.
En nuestras obras educativas damos mucha importancia al espíritu de comunión. De modo que las personas que colaboran en ellas experimenten la pertenencia a la comunidad y los niños y jóvenes puedan hacer de la escuela su hogar y de los educadores su familia. Este espíritu de fraternidad nace con nuestros Fundadores y se convierte en una característica propia del Instituto de Hermanos del Sagrado Corazón a lo largo de toda su historia.

La comunidad fraterna es el lugar donde florece la gracia de nuestra vocación. Descubrimos progresivamente el verdadero rostro del Hermano del Sagrado Corazón en la comunidad fraterna. En ella es donde nos sentimos solidarios de cada uno en su crecimiento.
Regla de vida: Regla de Vida, Art. 172

MISIÓN.

Para un Corazonista educar es evangelizar y evangelizar es educar. Queremos brindar una educación que ayude a crecer a la persona en todas sus dimensiones, pero con la conciencia que la que unifica a todas las demás es la dimensión trascendente, es decir, la fe.

Todas las acciones que suceden en el colegio (estudio, deporte, expresiones artísticas y culturales, encuentros, actividades solidarias, campamentos, grupos juveniles…) están ordenadas al sentido último de nuestra misión: favorecer el encuentro de los niños y jóvenes con Dios. Para llevar adelante esta misión necesitamos escucharlo siempre a Él, para que alimente nuestro amor y nos sostenga. Necesitamos también escucharlos siempre a ellos, para poder conocer sus vivencias y anunciarles a Dios, que quiere transformar su corazón.

La educación cristiana está a menudo ligada a la escolarización y al desarrollo cultural. Impregna de espíritu evangélico la vida de la escuela. Nuestro papel de educadores de la fe se ejerce sobre todo por la catequesis, que lleva a los jóvenes a una adhesión clara e íntima a la persona de Cristo. Para alcanzar esta meta y suscitar en ellos una renovación interior es esencial mantener una relación dinámica con el Señor y con los jóvenes.

Regla de vida: Regla de Vida, Art. 158

ESTILO EDUCATIVO.

Nuestro estilo educativo se basa una “pedagogía de la confianza”. Pues si Dios confía en nosotros, nosotros debemos tener esa misma actitud de su Corazón hacia los niños y jóvenes que nos son encomendados.
Por ello damos mucha importancia a la “formación moral y religiosa”, que permite a la persona ser consciente de la importancia de su propia vida y decisiones. Implica una educación en la responsabilidad.
Queremos que en la escuela se viva un “clima de comprensión y entrega”, gracias al cual los niños y jóvenes se sienten a gusto en el colegio porque descubren que allí hay personas que los quieren y cuidan de ellos.
De este modo despertamos en los jóvenes un “sentido de comunidad”, hacia su propio colegio como hacia la sociedad en su conjunto, y un “deseo de compromiso”, porque el otro no es un extraño, sino un hermano que Dios pone en mi camino.

Una pedagogía de la confianza se sustenta en la convicción de la bondad que encierra el corazón humano y en la capacidad de éste para abrirse a dar y recibir amor. Nuestra acción nace de la confianza y la tiene siempre a ella como criterio de discernimiento, incluso cuando debemos poner límites y proponer cambios personales y grupales.

Ideario educativo, Art. 54
Compartimos con los profesores seglares la responsabilidad de la formación moral y religiosa de los alumnos. Creamos un clima de comprensión y de entrega que despierta en los jóvenes el sentido comunitario y el deseo de compromiso.

Regla de vida: Art. 157